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Una voz Lenca de resistencia contra la cultura del extractivismo: Donatila Girón Calix

Donatila Girón Calix. Foto cortesía de Tania García.


Durante la última década, Honduras ha sido llamado constantemente uno de los países más peligrosos en el mundo para defensores ambientales. La amenaza para los defensores viene mayormente del sector comercial, especialmente de corporaciones mineras y de energía. Los defensores Indígenas están en mayor riesgo, un predicamento galvanizado por el asesinato de la líder lenca Berta Cáceres en el 2016. Para profundizar en estos temas, El Comité de Servicio Unitario Universalista habló con Donatila Girón Calix, líder del Movimiento Indígena Lenca de La Paz Honduras (MIPAH) y presidente de la Junta Política Indígenas del Foro de las Naciones Unidas sobre Empresas y Derechos Humanos 2019-2020. Su liderazgo y activismo ha estado marcado por su énfasis en la recuperación de las identidades y prácticas Indígenas como elementos centrales en la defensa del medio ambiente y derechos humanos en Honduras.

 

Ser Indígena en Honduras

 

Para nosotros, algunas de las partes fundamentales de ser Indígena son nuestras formas de cuidar el agua, nuestra manera de ver el bosque y nuestro territorio, nuestra forma de coexistir en armonía con la naturaleza. Nuestra agua, bosque y territorio no son negociables porque son partes de un todo, un camino de aprendizaje, una forma de vida, un cosmos completo. Vivir en armonía significa mantener una cosmovisión viva. 


Ser un Indígena Lenca viene con un espíritu de lucha profundamente arraigado. Hace muchos años, el pueblo Lenca fue obligado a irse a las montañas. De esos años de resistencia heredamos un espíritu de lucha encarnado en la figura de Lempira, un héroe Indígena que luchó contra la conquista y colonización española. Ser Indígena es cuidar, proteger, ser guardianes del bosque y del bien común. No basta identificarse como Lenca; tienes que poner en práctica el heroico espíritu de lucha de Lempira y Berta Cáceres.


Berta Cáceres se comprometió al problema sin esperar nada a cambio, simplemente por el significado que el agua y los bosques tienen para nosotros los Lencas. Cuando somos amenazados por una compañía minera o hidroeléctrica, sabes que quebrantarán nuestra convivencia social. Es por eso que gran parte de nuestra gente dicen que incluso si nos cuesta la vida para defender lo que es nuestro, no tenemos más alternativa que seguir luchando. Ese es el espíritu de lucha que personifica Berta Cáceres, y el espíritu que vive en cada Lenca.
 

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Foto por Teresita Orozco.


Una cultura de extractivismo

 

Una persona Indígena no piensa en que el agua y los bosques son mercadería. Lo que para nosotros tiene sentido es vivir en paz y vivir bien; no vemos la vida desde un punto de vista capitalista. Algunos años atrás era muy común encontrar muchas formas de intercambio cooperativo entre los Lencas. Si alguien veía que su vecino no podía limpiar su parcela de tierra, ellos iban y lo ayudaban. Hoy en día, algo de eso aún se mantiene, junto con un sistema de producción a pequeña escala basada en café, maíz, frijoles, vegetales de raíz, y viajes al río para atrapar pescado para el propio consumo. Creo que la economía debería enfocarse en satisfacer las necesidades inmediatas de la gente y los mercados deberían estar dispuestos a intercambiar productos con valor agregado fuera de un modelo extractivo capitalista. 


La gente debería tener sus propias cosas, sus propios pequeños negocios, sus propias medicinas, salud y educación. Desafortunadamente, la educación es dirigida hoy en día en servicio al capitalismo en vez de centrarse en saber y valorar lo que nos rodea. Mucha gente joven Lenca ha migrado de sus comunidades a lo que se conoce como la zona militar en donde el gobierno dice que se necesitan trabajadores, y que termina siendo su única oportunidad de conseguir un trabajo. La pregunta es, cómo podemos reenfocar esta situación de manera que esta gente joven no sea forzada más a irse y puedan tener sus propios negocios en sus comunidades sin tener que contribuir a la explotación del bien común. 


El extractivismo es lo peor: todo en Honduras es extractivismo. El gobierno sigue un modelo que no se ajusta al pueblo, sino a la explotación. Honduras entrena oficiales de policía y militares para proteger compañías extractivas, capacita a profesionales como ingenieros cuyo trabajo es encontrar maneras de extraer tanto oro como sea posible y enviarlo a Canadá. Este país no brinda las condiciones para que la gente sobreviva y prospera sin la necesidad de explotarse a ellos mismos y a otros. 


En el departamento de La Paz, hay cuatro represas en operación y varias otras planificadas. Esas plantas hidroeléctricas ni siquiera pagan impuestos a las municipalidades de donde extraen energía de los ríos. Un solo individuo o una compañía se vuelven millonarios a expensas de un río mientras se deja a mucha gente sin agua; esto les sucedió a siete comunidades en el municipio de San José. Estos proyectos rompen la armonía y generan división. A esto le llamamos extractivismo, sacar provecho de un bien para generar dinero sin dejar nada a las comunidades. 


El sistema es controlado por unas pocas familias en Honduras y opera aún más allá de este país. Aquellos que no se alienan con este sistema son quitados del camino, porque son oponentes que impiden que la maquinaria de extracción de recursos funcione sin problemas. Para aquellos que se benefician del sistema, el mecanismo más efectivo para detener a aquellos que se resisten es asesinarlos, criminalizarlos y difamarlos.
 

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Negocios y Derechos Humanos

 

He trabajado toda mi vida en problemas sociales, colaborando en programas de salud y educación y teniendo posiciones en mi comunidad desde que tenía 15 años. Hace pocos años empecé a trabajar en una compañía cafetalera, aprendiendo sobre medicina natural y productos orgánicos. Trabajando ahí fue que conocí la organización MILPAH, y me gustó la manera en la que trabajaba. Su enfoque era precisamente cómo quería defender los derechos humanos y el medio ambiente. Me involucré más en ese trabajo y obtuve certificaciones especializadas en negocios y derechos humanos. 


Debido al trabajo que estaba haciendo con MILPAH, fui invitada a Ginebra en el 2019 para participar en el Foro de las Naciones Unidas sobre Empresas y Derechos Humanos. Como Pueblo Indígena, no tenemos mucho poder internacionalmente, pero estas reuniones nos permiten confrontar el poder. Sabíamos que enfrentábamos a un monstruo y la única cosa que podía ayudarnos era nuestro espíritu de lucha, no tener temor. Estando ahí podíamos decirles directamente a los hombres de negocios en el mundo, lo que los Pueblos Indígenas estábamos viviendo y sintiendo. Les dijimos que estaban violando nuestros derechos, que no nos sentíamos bien con su presencia en nuestros territorios. 


Antes del inicio del foro en Ginebra, cuando era la hora de elegir al presidente del Caucus Indígena, era clara que la delegación Latinoamericana era la más grande y que íbamos a poder elegir a nuestros candidatos. Desafortunadamente, también nos dimos cuenta que mucha de la gente que se propuso para presidir el caucus fue criminalizada en sus naciones, así que rechazaron sus nominaciones por razones de seguridad. Fui la única que tenía menos problemas en ese entonces en términos de persecución legal, y eso me ayudó a ser elegida como presidente. 


Hasta ahora, no he visto la efectividad o resultados concretos de lo que discutimos en el foro, pero he visto un enfoque más intencional de la oficina de la Secretaría Hondureña de Derechos Humanos para escuchar a nuestra gente. Nos han involucrado en conversaciones y nos han tratado con más respeto desde nuestra participación en el foro, pero aún estamos esperando acciones más concretas. Las corporaciones también están siendo más cautelosas. El año pasado, compañías madereras vinieron aquí, pero tomamos acciones y fuimos capaces de detenerlos para cortar nuestros bosques; no han regresado desde entonces. 

 

La vida durante la pandemia

 

La pandemia trajo consecuencias positivas y negativas. La gente realmente se ha enfermado sin recibir el mínimo apoyo de parte del Estado; en mi comunidad ya hemos perdido a algunas personas por el virus. En vez de adoptar medidas de salud pública para prevenir la infección, el gobierno delegó el control de la pandemia a los militares, cuyo enfoque ha sido el de imponer un confinamiento mediante la represión y criminalización. Un tema muy preocupante ha sido los impactos negativos en las mujeres, quienes han sufrido un incremento significativo de violencia de género durante los estrictos encierros. 


El lado bueno, es que ha habido un incremento en la producción agrícola a nivel local. La gente ha regresado de las ciudades a sus comunidades, lo que ha promovido el cultivo de la tierra. Otro elemento importante ha sido la recuperación de medicina tradicional. Hay una orden municipal que prohíbe a los curanderos tradicionales, además del cultivo y uso de medicinas tradicionales, pero la gente ha decidido ignorar la orden y regresas a sus prácticas ancestrales. 


Es obvio que el impacto a largo plazo de la pandemia va a ser sumamente terrible. Es importante centrarse ahora en reducir la dependencia asegurar que la gente tenga sus propios negocios en sus comunidades, sin tener que esperar las bolsas de ayuda alimenticia del Estado que comprometen su autonomía. Las comunidades también deben estar preparadas para brindar opciones de participación económica a toda la gente que migró muchos años atrás y ahora regresan a sus comunidades debido a la severidad de la crisis económica. Una prioridad clave será la infusión de recursos para apoyar la recuperación y diseñar modelos económicos alternativos basados en prácticas y sistemas de conocimientos Indígenas. 


-Leonardo Valenzuela Pérez es un investigador de derechos humanos en la UUSC en Cambridge, Mass.  Tiene un doctorado en Geografía Humana de la Universidad de Sydney, Australia. 


Este artículo fue escrito en colaboración con el Comité de Servicio Unitario Universalista como parte de una serie que destaca la resiliencia, sabiduría y poder de las comunidades Indígenas mientras enfrentan la crisis climática.
 

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