Por Diego Landeta (Mazateco)
A lo largo de la historia de la humanidad se han presentado múltiples epidemias que han ocupado oscuros momentos para los Pueblos Indígenas. A modo de ejemplo podemos citar algunas de ellas; la gripe, la viruela, el sarampión, la fiebre amarilla por mencionar algunas. Todas estas epidemias que llegaron a América durante la invasión española desencadenaron una crisis humanitaria, lo que provocó la muerte de miles de Indígenas y españoles. Evidentemente, las poblaciones Indígenas fueron las más vulnerables, incluso algunos “cronistas” dan cuenta que esto resultó una condición favorable hacia los europeos para saquear e invadir a América, ya que de esta manera para los pueblos originarios ya no fue posible poner resistencia (Cordero de Campillo, 2011).
En diciembre de 2019, el virus COVID-19 apareció por primera vez en la ciudad china de Wuhan, provincia de Hubei, y en tan solo unos meses se extendió por todo el mundo. Con la venida del COVID-19, debemos reflexionar en que no es la primera vez que surge un virus de esta magnitud y que generalmente, las epidemias surgen desde las zonas urbanas, afectando después a los pueblos rurales Indígenas más marginados. Además de ello, la pandemia de COVID-19 resulta -para las comunidades y pueblos originarios, otra forma de colonización y destrucción, que nos hace recordar la historia de la epidemia ocurrida durante el periodo colonial.
El virus es más que una crisis, porque además de lo que sucede hoy, las comunidades Indígenas están preocupadas por las consecuencias que vienen a futuro, otras enfermedades, los cambios desmesurados de la urbanización, los grandes cambios que viene desde la lógica capitalista-neoliberal representando incertidumbres, preocupaciones y amenazas para los Pueblos Indígenas.
Las comunidades Indígenas consideran que la pandemia es un mensaje que nos ha enviado la Madre Tierra por los daños que le hemos generado, pues si bien el suelo cada vez está siendo despojado de su salud, los acuíferos están siendo contaminados y la agricultura sigue contaminando más por los químicos utilizados. Esto ha contribuido a gran escala a que se propaguen diferentes tipos de enfermedades, es decir, por estar consumir alimentos con productos químicos.
Esto devela que las crisis actual derivada del COVID-19, es el impacto de los factores sociales y económicos del mundo capitalista, ya que ninguna cosa puede brotar de la nada. John Helloway plantea que la pandemia del SARS-CoV-2 nace por las consecuencias de la relación humana y la naturaleza, es decir, “la urbanización, la industrialización del campo, el cambio climático, la deforestación, la pérdida de biodiversidad, el agotamiento del agua”, pues son factores que representan la destrucción de “los hábitats y las condiciones de vida de los animales silvestres” lo cual permite la propagación de “virus de estos animales a los humanos (y al revés). Si la destrucción capitalista sigue, es muy posible que el coronavirus esté anunciando una época de pandemias con consecuencias impredecibles” (2020).
Desde esta perspectiva podemos apreciar que la causa de la pandemia actual está estrechamente relacionada con el capitalismo que nos condujo a la tragedia global de pérdidas en las familias, y tal escenario nos coloca a pensar en el futuro de la humanidad, ¿que vendrá después si no se detienen la destrucción del medio ambiente?, ¿qué nos depara el futuro después de la pandemia?, ¿la vida seguirá siendo como ahora o bien habremos de afrontar transformaciones radicales? Son cuestiones que seguramente conforme transcurra el tiempo y durante el aislamiento nos podamos responder.
No obstante, más allá de la crisis humanitaria que estamos atravesando deberíamos preocuparnos sobre la naturaleza. Empecemos por ver que el bienestar no está en el desarrollo de la sociedad a cambio de explotación y contaminación de la naturaleza para obtener bienes y servicios. Como dicen los pueblos originarios cada vez nos hemos convertido en una amenaza para la Madre Tierra porque hemos desvalorizado y hasta despreciado lo que es esencial para nuestra vida, como el agua, el aire, el suelo, los bosques, los animales y todo lo que está relacionado con la naturaleza, olvidando que ser humano depende de la naturaleza, y que no depende de las cosas que nosotros creamos (cosas materiales) y que inútilmente pensamos son lo más valioso. La crisis humanitaria que azota la humanidad debe ubicarnos ante la necesidad de reflexionar sobre nuestras acciones como seres racionales que somos, de lo contrario no deberíamos simplemente llamarnos nosotros mismos como seres racionales porque habremos demostrado lo contrario.
No sería justo terminar este apartado sin mencionar que el modelo neoliberal debe ser cambiado desde las universidades, escuelas, localidades, regiones y Estados si verdaderamente queremos salvarnos a nosotros mismos y a nuestro Planeta Tierra. No en vano, los Pueblos Indígenas han resistido a los grandes empresas transnacionales que desean destruir sus territorios y la naturaleza porque consideran que ahí está la base de la vida, lo cual es paradójico porque simplemente no habría vida sin el medio ambiente que nos rodea. Dejemos de lado el conformismo, la pasividad, la indiferencia que nos convierte en egoístas y pensemos en un mundo más humanista.
--Juan Diego Landeta Ortega es de origen Mazateco y hablante proficiente de su idioma originario. Es Licenciado en Educación Indígena por la Universidad Pedagógica Nacional-Ajusco. Colaboró en la publicación del libro Recuperación de experiencias y prácticas culturales-educativas: Una contribución de los estudiantes de la Educación Bilingüe; publicado por la Universidad Pedagógica Nacional-Ajusco. Colaboró como asesor y tallerista en Educación Intercultural y Bilingüe con Población Indígena y Migrante en la Secretaría de Educación, Ciencia y Tecnología e Innovación de la Ciudad de México. Ha sido ponente en distintos eventos en temas de educación Indígena.