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Abandonados por el gobierno, los Pueblos Indígenas del Perú lideran una poderosa respuesta a COVID-19

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Por Jess Cherofsky

Cultural Survival agradece a Miryam Yataco, Roger Mondaluisa Sinuiri, Ronin Suarez y Wendy Pineda Ortiz por las entrevistas.

“Nuestras plantas medicinales salvan vidas” 

Yarinacocha, Perú: una hora de Lima por avión, más de dieciséis horas por carro. El distrito es bastante caluroso, ubicado en la región de la jungla amazónica. Se conoce por el cacao y la producción agropecuaria, incluyendo la yuca, el plátano, la papaya y el tabaco. Y allí, en las orillas del Río Ucayali, están comunidades Indígenas fuertemente afectadas por el Coronavirus. Estas comunidades ahora están recibiendo tratamiento por un nuevo grupo de profesionales médicos, el Comando Matico, que está haciendo lo que ni el gobierno ni los servicios médicos convencionales han hecho para los Pueblos Indígenas del Perú. Están salvando vidas. 


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Empezó con un viaje a Cantagallo, un asentamiento urbano en Lima, la capital del Perú. Cantagallo se estableció hace dos décadas por Pueblos Indígenas Shipibo Konibo desalojados de sus tierras en el bosque amazónico por proyectos ilegales de explotación forestal y minería. Roger Mondaluisa Sinuiri (Shipibo), uno de los fundadores de Comando Matico, cuenta cómo algunos amigos profesores y activistas se habían unido para pensar en cómo podrían apoyar a su gente en Cantagallo desde Yarinacocha donde ellos viven en la Amazonía. Entre setenta y ochenta por ciento de la población de Cantagallo se había infectado con COVID-19. El día después de que salieron los resultados mostrando esta tasa de infecciones, la comunidad despertó con nuevas vallas que encerraban a la comunidad, resguardadas por policías y militares, para prevenir la entrada y salida de las personas. Aunque todo el país ya había estado bajo una orden de cuarentena, este encarcelamiento específicamente de Cantagallo repentinamente significaba la restricción de acceso a agua potable, alimentos y cuidado médico. Un grupo inicial de cinco miembros de Comando Matico trajo una entrega de la planta medicinal matico (también conocida como hierba del soldado/alchotlín) a Cantagallo. La comunidad estaba agradecida de esta medicina tradicional y de allí el proyecto de Comando Matico creció. “Vimos la necesidad de los Pueblos Indígenas de acá, de la Amazonía peruana, que nuestros hermanos Indígenas día a día se estaban muriendo,” dice Roger. “Y dijimos, basta con la muerte de nuestros hermanos Indígenas.” 

Roger suena lleno de energía cuando le cuenta a Cultural Survival sobre cómo se fundó el Comando Matico y sus logros. El grupo ahora se conforma por nueve miembros que proveen tratamiento médico. Después de un periodo de sólo proveer tratamiento a domicilio, se les dio a una iglesia donde se instalaron hasta que ya no se les permitió estar allí y se movieron a otro lugar. “Desde un principio, nosotros nos venimos auto-financiando'', dice Roger. “Cuando nosotros no teníamos insumos, teníamos que prestarnos entre nosotros el dinero...Y así venimos trabajando, o sea, en conjunto, en equipo. Porque al principio, cuando nos dieron el local [para la instalación], el local lo teníamos vacío. La iglesia nos había dado tres colchonetas y un balón de oxígeno. Nada mas.” Roger trajo el balón de gas que usa para su medicina Ayahuasca, ollas y una estufa. Otros miembros trajeron otros materiales. “Somos los voluntarios acá, y tenemos un horario que nosotros mismos hemos hecho para no poder estar cansados, y aparte de que cada quien también busca un sustento, ya que nosotros no tenemos un sueldo que nos brindan.”

Cada miembro del Comando tiene sus propios pacientes con quienes hablan diariamente para saber sobre su condición. Hasta la fecha, sólo han perdido a un paciente, alguien que había llegado ya en una condición crítica y a quien el Comando cuidó durante sus  últimas horas. Antes de la fundación de Comando Matico, no existía nada parecido. Otro equipo se había establecido para colectar las personas que habían fallecido de COVID-19. Comando Matico, dice Roger, “hicimos una contra, en decir, basta. Basta de recoger muertos. Ellos recogerán muertos pero nosotros vamos a dedicarnos a salvar vidas.”

El tratamiento que lleva el mismo nombre que el grupo implica crear un vapor con el matico y otras plantas del bosque amazónico, como también eucalipto, cebolla, limón y manzanilla,* los cuales juntos alivian los bloqueos de los pulmones. También utilizan tés y jarabes. “Nosotros no tenemos quién nos brinde apoyen, pero vamos a hacer que nos apoyen. Vamos a demostrarles que nuestras plantas medicinales siguen de gran uso y necesidad en este tiempo de pandemia. Y eso es lo que hicimos: demostrar que nuestra planta medicinal sí resulta, sí salva vidas, aunque otros digan que no. Porque nosotros como los autores que realmente vivimos y trabajamos con las plantas medicinales durante este tiempo de pandemia. Y estamos muy contentos de ver los resultados que dan nuestras plantas medicinales."
 

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“El gobierno ha sido totalmente indiferente”

El proyecto poderoso de la base, que ha tratado exitosamente a más de 500 personas con ambas medicinas, tradicional y comercial, en varias comunidades, es una respuesta vital a una verdad devastadora nacional: el gobierno peruano ha excluido sistemáticamente a los Pueblos Indígenas de los servicios de respuesta a COVID-19, lo que ha resultado en tasas de infección y muerte abrumadoras. Además, el gobierno peruano no está controlando los datos de COVID-19 en las comunidades Indígenas, una exclusión que invisibiliza el impacto en los Pueblos Indígenas y los distancia aún más de intervenciones adecuadas. Perú es el país con la 43a población más grande en el mundo; sin embargo, tiene la quinta cantidad más grande de casos de COVID-19, a partir de agosto 2020, aproximadamente 622,000. Un cuarenta y cinco por ciento de la población es Indígena.  

Ronald Suarez Maynas vive en Pucallpa, la ciudad capital del departamento de Ucayali. Es el apu (presidente) del Consejo Shipibo Konibo Xetebo, representando a más de 35,000 personas en más de 166 comunidades. Él mismo ha sufrido la COVID-19; afortunadamente se ha recuperado gracias a la medicina matico. Pero su madre, Marcelina Mayna Collantes, una querida artista de textiles, lingüista, defensora del territorio y anciana, falleció por el virus; Apu Ronald no pudo visitarla debido a su propia enfermedad. “Fue de repente la noticia más fatal que pude haber recibido yo en mi vida”, él dice. Cuando la familia de Apu Ronald solicitó oxígeno de los gobiernos regional y federal, las respuestas eran lentas. Cuando por fin la familia pudo acceder un tanque de oxígeno, el costo era imposiblemente alto. Para un día de oxígeno uno puede gastar lo que una familia gastaría en alimentos durante dos o tres meses. “El gobierno [ha sido] totalmente indiferente,” dice Miryam Yataco (Quechua-Muchik), sociolingüista académica y activista internacional de derechos lingüísticos. “No han hecho absolutamente nada.” 


Apu Ronald describe a Cultural Survival una respuesta federal cuya exclusión de Pueblos Indígenas ha sido letal. “Los hospitales colapsan rápido,” y el gobierno ha fallado en proveer medicina y oxígeno. Casi todas las comunidades en la Amazonía peruana han sido impactadas por el virus. Aunque él cuenta más de 130 muertos en la comunidad Shipibo Konibo y estima 10,000 infectados, señala que el estado ha reportado solamente dos muertos y cinco infectados. Su carta de mayo 2020 al nuevo Relator Especial de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas describe un proceso de administrar pruebas de COVID-19 que, cuando por fin llega a las comunidades, cuenta un porcentaje minúsculo de la población y excluye los más vulnerables, como por ejemplo los ancianos quienes físicamente no pueden llegar a los lugares donde administran las pruebas. “Somos invisibles,” dice. Como no pueden contar con el gobierno para monitorear el impacto de COVID-19 en sus comunidades, las comunidades recolectan sus propias estadísticas. 


Apu Ronald elogia el trabajo de Comando Matico. “Todas estas personas no son médicos tradicionales, tampoco son médicos científicos, sólo que recibieron enseñanza de sus ancestros, de sus padres...Han salvado más de 500 vidas, es el dato que yo tengo...y eso resulta más que el hospital, porque muchas personas no acuden al hospital aún sabiendo que ya .tiene síntomas porque hay mucha desconfianza el hospital, que personas que se van al hospital ya no regresan [sino] fijo ya muerto. Porque hay escasez de oxígeno, hay maltrato, hay un montón de cosas.” Dice que, “con nuestras plantas medicinales como el matico...con eso nos hemos salvado. Si no, esta hubiera sido una muerte masiva de nuestra gente”. Ambas Wendy Pineda Ortiz de Rainforest Foundation y Miryam Yataco, con las que Cultural Survival también habló, reiteran el impacto del trabajo de Comando Matico. Aunque el impacto del Comando es extraordinario, se requieren recursos y apoyo si los profesionales locales van a poder operar a la escala que se necesita desesperadamente, dada la escala de las infecciones de COVID-19 en las comunidades Indígenas alrededor de la nación.

 

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El gobierno falló al negarse a aprovechar las fortalezas organizativas de las comunidades Indígenas. “Los Pueblos Indígenas de la Amazonía tuvieron una respuesta bastante rápida cuando llegó la información sobre COVID.” Wendy Pineda Ortiz le cuenta a Cultural Survival. “Fortalecieron sus medidas  en el marco de la gobernanza de sus territorios, se aislaron dentro de sus comunidades. Muchos de ellos llevaron a sus ancianos a esconderlos a lugares poco habitados o con difícil acceso. Cerraron sus fronteras… Esta capacidad de organización de los Pueblos pudo haber sido una gran oportunidad para que el estado peruano pudiera también organizarse y generar algún tipo de respuesta adecuada para la atención a los Pueblos Indígenas, pero lamentablemente no fue así.” El fallo del gobierno significa que las respuestas de las comunidades no tenían respaldo y la COVID-19 se difundió rápidamente de la frontera con Brasil al departamento peruano de Loreto y más allá. Según Miryam Yataco, “El gobierno ha tenido una inoperancia inmensa, a nivel tanto del gobierno central, como el gobierno de las regiones, como lo que sería el gobierno municipal...Ha habido muchísima corrupción”. Los fondos presupuestados no llegaron a las comunidades. “La atención [médica] ha sido bastante deficiente a la población en general y mucho más con los Pueblos Indígenas...Los Pueblos Amazónicos para mi han sido tratados como si no fueran ciudadanos con derecho. O sea, no hay apoyo, punto.” Apu Ronald implora a la comunidad global a que se tome en cuenta los Shipibo Konibo si se desarrolla una vacuna. “Nosotros somos los más golpeados, somos las personas que hemos sufrido mucho...necesitamos vacuna, todas las personas de todas las edades.”

 

“No creo que haya habido alguna norma que haya sido culturalmente apropiada ”

Algunas respuestas del gobierno, como por ejemplo la cuarentena, sí llegaron a las comunidades Indígenas, pero resultaron empeorar la situación debido a que eran “incompatibles con la forma en la que se desarrolla la cotidianidad de los Pueblos Indígenas'', dice Wendy Pineda Ortiz.“Claro, para nosotros en la ciudad, eran medidas que sí, eran pertinentes...En el caso de las comunidades, si les dices que en el marco de 24 horas, ya no te puedes movilizar, y ellos que están a tres o cuatro días de los lugares principales de abastecimiento, no tuvieron la oportunidad de abastecerse de insumos de primera necesidad, como arroz, aceite…” Cuando los productos sí estaban disponibles localmente, los precios eran inaccesibles. “Para comunidades que andan mucho por el río, una de estas normas implicaba avanzar un día por el río, el otro día esconderse en una comunidad, el otro día seguir avanzando”. Mientras tanto, se declaró la cuarentena con tan poca antelación que cientos de familias Indígenas que estaban fuera de sus pueblos haciendo quehaceres o trabajando en las ciudades no tenían tiempo para regresar a casa y estaban atascados, sin ninguna red de apoyo. El gobierno proveyó algunos alimentos, pero, como Wendy lo describe, “un muy pequeño porcentaje de la población que de alguna forma recibió algún tipo de paquete de alimentos.” El presupuesto estatal continúa ignorando las necesidades de los Pueblos Indígenas. Por otro lado, Miryam Yataco describe “un éxodo” de Pueblos Indígenas de Lima y otras ciudades durante las semanas después del inicio de la pandemia. Trabajos perdidos y el no tener ahorros significaba que las personas podían pasar una semana caminando para salir de las ciudades donde estaban varados, muchas veces con niños. Citando al líder Shipibo Lizardo Cauper de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana , Miryam dice que medio año después del comienzo de la pandemia, “no existe, ni ha existido y parece que no tienen la menor intención de establecer una política intercultural de la salud.” 

    
“Todavía no tenemos idea del impacto psicológico”

La enfermedad física no es la única forma en la que COVID-19 está impactando a las comunidades Indígenas en el Perú. Los impactos en la salud mental son reales. Miryam Yataco señala, “Este es un ambiente muy racista, no parece que nadie esté considerando que los Shipibos puedan caer en la depresión, que pueden caer en un duelo profundo...No tenemos una idea clara todavía del impacto [psicológico] que el efecto de la pandemia está teniendo en las comunidades Indígenas a nivel humano...Por ejemplo, los Shipibos, los Awajúns, van a quedar debilitados emocionalmente”. Wendy Pineda Ortiz comparte sobre la preocupación de las comunidades sobre no solamente los impactos sobre individuos sino los impactos colectivos en Pueblos Indígenas enteros. Ella describe una llamada telefónica con miembros y líderes de comunidades representadas por la Organización Regional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Oriente  en el que “ellos nos hablaban que ellos también querían registrar [además de datos sobre impactos físicos], el miedo...Ellos nos decían, es muy importante como lección aprendida nuestra, para los otros Pueblos que todavía no han sufrido de COVID, de que van a sentir miedo, pero que no tienen que el miedo los paralice porque eso les impide luchar contra la COVID...Todos coincidían en lo mismo, de que ellos hubieran preferido no tener ese miedo, que les paralizó al inicio de la COVID e impidió de que ellos empezaran a tratar a sus familias, a los enfermos, con la medicina natural y con los conocimientos que tenían del bosque. Que hubiera habido menor impacto, o menos fallecidos, si es que ellos no hubieran tenido tanto miedo y si hubieran confiado desde el inicio en los cuidados que podían dar a los enfermos con los productos del bosque.” 


Los Pueblos Indígenas Quichua, Maijuna, Bora y Ticuna están actualmente construyendo una encuesta en colaboración con la Rainforest Foundation, que se presentará de casa en casa por miembros de la comunidad que son especialistas en la salud Indígena, para producir reportes de cada comunidad. Los reportes se basarán en los valores y prioridades Indígenas locales, incluyendo no sólo datos sobre la salud de individuos, sino también datos a nivel comunitario y datos colectivos para las naciones Indígenas. Otros proyectos locales comunitarios en comunidades Indígenas incluyen campañas de pancartas con datos sobre sobre COVID-19 adecuados y alojamiento de cuarentena financiado por la comunidad para aislar a sus miembros cuando regresan de otros lugares y mantener seguras a las comunidades.


La exclusión y el abandono de Pueblos Indígenas de la consideración y acceso a servicios no es nuevo y no es accidental. Es un “asunto estructural”, Miryam Yataco nos cuenta. “Ya ha estado allí siempre la marginación, la exclusión, el racismo, en especial contra los Pueblos Amazónicos...Y la pandemia lo único que ha hecho es desnudar más esas inmensa inequidades, las desigualdades han salido del closet”. El acceso limitado a los servicios de la salud, inseguridad alimentaria y del agua, y empobrecimiento por la economía dominante están entre las condiciones preexistentes que hacen más vulnerables a las comunidades Indígenas. En total, aproximadamente 20,000 personas Indígenas en la Amazonía reportaron tener COVID-19 a partir del 3 de junio; sin embargo, debido a la colección insuficiente de datos, es probable que muchos más han sido afectados. 


El artículo de Miryam de junio 2020, escrito en colaboración con el académico Yuchi, el Doctor Daniel R. Wildcat, enumera el impacto de COVID-19 en comunidades e individuos específicos. Éste es un esfuerzo hacia la meta de Miryam de demandar, como nos dice a Cultural Survival, “que las historias no queden en el anonimato”. Las comunidades Indígenas están demandando ser contadas en las estadísticas oficiales, pero los datos numéricos no pueden representar la calidad de los impactos, en particular cuando se trata de la pérdida de los ancianos. “‘Esta pandemia nos está quitando nuestros ancianos sabios’, dice Zebelio Kayap, el líder Indígena de la Organización de Desarrollo de las Comunidades Fronterizas del Cenepa.” Miryam hace un llamado para elaborar “listas con nombres y apellidos y hacer homenajes, porque esto es un luto inmenso...Han sido, y son, verdaderas tragedias familiares, que deben contar igual con la población civil, que no es Indígena.”

Mientras que el COVID-19 demanda atención, “depredación de los bosques” continúa

Aunque el gobierno ha abandonado a las comunidades con respecto a servicio médico y recursos necesarios, las comunidades siguen siendo explotadas por las industrias extractivistas. Miryam Yataco describe cómo las empresas han seguido firmando contratos y entrado a territorios Indígenas. En un ejemplo flagrante, la empresa petrolera Frontera Energy ha intentado coaccionar a comunidades Quechua, Kichwa y Achuar a que den su consentimiento a proyectos de extracción petrolera, contra los que han luchado por décadas, a cambio de acceso a sus balones de oxígeno para tratar a los pacientes con COVID-19. La empresa está implicada en más de 80 derrames de petróleo en los últimos cinco años.  Este acto de coacción y violación del derecho de los Pueblos Indígenas al Consentimiento Libre, Previo y Informado es amplificado por la inhumanidad de negar tratamiento que salva vidas a personas que de otra manera no tendrían acceso a cuidado. Además, las compañías no solamente están aprovechando la situación para avanzar sus intereses económicos; también están trayendo la COVID-19 a zonas previamente no afectadas, como por ejemplo en el caso de los Yanomami en la Amazonía brasileña, quieren han sido infectados a través de la minería ilegal de oro. 


De forma parecida, el Apu Ronald Suarez describe la empeorada “depredación de los bosques” por narcotraficantes en las orillas del Río Ucayali, quienes no solamente están causando destrucción medioambiental sino también están reclutando a niños, quienes dejan sus comunidades para buscar empleo cosechando. Dice, “Siempre los hemos querido enfrentar, pero nos encontramos desaventajados, porque el narcotráfico está bien armado y nosotros no tenemos nada...Por eso es que hemos pedido al gobierno peruano para que nos [apoye]. Pero nosotros mismos también queremos organizarnos para poder enfrentar a esta situación con guardias Indígenas. Estos guardias Indígenas tienen que ser los que cuiden el territorio frente a la inoperancia del gobierno peruano”.

Cultural Survival se solidariza con los Pueblos Indígenas del Perú. Nos unimos a otras más de cien organizaciones exigiendo al Estado de Perú que les provea del cuidado integral necesario para proteger sus derechos y demandamos que el gobierno peruano tome acciones inmediatas para proveer a las comunidades Indígenas con insumos, recursos y atención médica culturalmente apropiada según las necesidades declaradas por cada comunidad. 

*La información sobre plantas medicinales se comparte con el consentimiento explícito del entrevistado y sus colegas, después de ser informados de cómo la información se publicaría y dada la oportunidad de decidir si existiera algo específico que no se debería publicar. 


Fotos por Roger Mondaluisa Sinuiri.