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Asegurando los títulos de las tierras de los Hadza, asegurando el futuro en Tanzania

An early morning hunting and foraging expedition.

Muchos Pueblos Indígenas de todo el mundo enfrentan amenazas a sus formas de vida tradicionales, ya que las áreas de conservación recientemente establecidas, hacen que sus actividades tradicionales de pastoreo, migración, caza y recolección sean ilegales. Estos parques se están creando en respuesta al compromiso de los países de cumplir el objetivo de las Naciones Unidas de proteger el 17% de la tierra para 2020. Sin embargo, una planificación deficiente significa que las áreas protegidas a menudo omiten hábitats críticos y especies clave: varios estudios del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y otros han descubierto que las áreas protegidas incluyen poco o ningún hábitat para aproximadamente el 90% de las especies amenazadas o en peligro de extinción. En un apuro por acceder a financiamiento, algunos gobiernos están utilizando la conservación como pretexto para expulsar a los Pueblos Indígenas de sus tierras y limitar el acceso a los animales con los que han coexistido durante generaciones, para dejar espacio para el turismo, la industria y al menos teóricamente, fauna silvestre.

A pesar de que se han invertido miles de millones de dólares en la creación de áreas protegidas, los proyectos frecuentemente contribuyen a abusos contra los derechos humanos, conflictos y pérdida de diversidad cultural. El enfoque de "personas versus conservación" no está funcionando, como los Pueblos Indígenas han estado expresando durante décadas. Muchos pueblos Indígenas han manejado sus tierras de manera sostenible durante miles de años, y ahora un creciente cuerpo de evidencia científica está afirmando que los derechos de tierras bien definidos para los Pueblos Indígenas es una de las maneras más efectivas de garantizar la conservación de los bosques.

Tanzania en una encrucijada

Las sabanas y pastizales del norte de Tanzania son uno de los paisajes más espectaculares del mundo y abarcan más de 6 millones de acres que incluyen el Serengeti, el Parque Nacional de Tarangire, el cráter de Ngorongoro y el Kilimanjaro occidental, las cuales son algunas de las bellezas naturales más icónicas del mundo. Nuestros orígenes como humanos se encuentran en estos paisajes, y hoy estos sitios majestuosos crean un corredor de vida silvestre para elefantes, leones, jirafas y muchos otros animales. Cada año, ñus, cebras y antílopes migratorios rugen sobre la tierra, moviéndose entre las estaciones húmedas y secas en la mayor migración de vida silvestre en la Tierra: poblaciones de mamíferos grandes que han desaparecido de la mayoría de otras partes de África y del mundo en general. La región es también una encrucijada para diferentes culturas y grupos étnicos quienes dependen de las tierras como lo han hecho durante generaciones, y durante algunos miles de años, pues los salvajes y abiertos corredores que conectan las áreas de conservación de renombre de la región son arterias esenciales de la vida. El desarrollo económico y el manejo de recursos naturales son algo inseparable de las personas que habitan la zona; no obstante, el último siglo ha sido particularmente desafiante para muchas comunidades rurales en Tanzania ya que los gobiernos anteriores y posteriores a la independencia han cambiado el control de tierras y recursos de las autoridades locales hacia las nacionales.

A pesar de que se han invertido miles de millones de dólares en la creación de áreas protegidas, los proyectos frecuentemente contribuyen a abusos contra los derechos humanos, conflictos y pérdida de la diversidad cultural. El enfoque de "personas versus conservación" no funciona, tal como los Pueblos Indígenas lo han manifestado durante décadas.

Muchos de los incentivos necesarios para el uso y la gestión sostenible se han visto erosionados por esta pérdida de derechos y control de lo local. La historia de comunidades de Tanzania que han sido desplazadas para crear parques nacionales en el siglo XX, apuntan a una feroz oposición a los esfuerzos propuestos para preservar la tierra en esta área. Edward Lekaita es abogado de Ujamaa Community Resource Trust, una organización local en el norte de Tanzania que trabaja con Pueblos Indígenas. "La gente cree que ha perdido tierras para la conservación porque mantienen la tierra sin perturbaciones y por lo tanto es propensa a ser utilizada para fines de conservación", dice Lekaita. "Para ellos, la historia de la alienación de la tierra está muy bien conectada con la conservación. El mejor modelo de conservación es involucrar a la gente local. Expulsar a la gente de sus tierras para allanar el camino a la vida silvestre es un enfoque equivocado para la conservación, especialmente para los cazadores-recolectores cuyas prácticas son muy respetuosas con la vida silvestre". Impulsado por una creciente población humana y por intereses competitivos en el uso de la tierra, los corredores de vida silvestre están siendo exprimidos. El hábitat y las tierras tradicionales se están reduciendo, y con ellos, los pilares gemelos de la economía de Tanzania: el turismo y la ganadería. Las tierras de cultivo están reemplazando y fragmentando rápidamente las tierras de pastoreo, lo que a su vez está erosionando la tierra para la vida silvestre y los cazadores-recolectores. Y las personas que han prosperado aquí más tiempo, sin dejar rastros en el paisaje, a menudo no tienen derechos sobre la tierra.

Los Hadza

Los Hadza son cazadores-recolectores con una estructura social igualitaria, y han vivido en la zona durante unos 80,000 años o más, justo al sur de la sección del Gran Valle del Rift en la que se han encontrado algunas de las evidencias fósiles más antiguas de los primeros humanos. Hoy en día hay alrededor de 1,300 Hadza, y unos cientos continúan viviendo únicamente como cazadores-recolectores. Hasta el nacimiento de la agricultura, hace apenas 12,000 años, la forma de vida Hadza como cazadores y recolectores nómadas era la norma para todos los humanos. Entonces, ¿qué podría enseñarle sobre conservación a la cultura dominante esta forma de vida que durante tanto tiempo ha sido sostenible?

Los Hadza hablan un idioma único, mantienen su historia oralmente a través de la narración de cuentos, y se reúnen y cazan a diario, sin depender de animales o cultivos domesticados. Debido a esto, ellos afirman que su cultura "nunca ha conocido la inanición que viene con la cosecha y la falta de ganado". No hay ningún registro de hambruna en absoluto en su historial que se ha transmitido de manera oral. Los Hadza tienen una relación simbiótica que han desarrollado durante miles de años con un pájaro que les enseña a encontrar miel. Ellos llaman a este pájaro salvaje con un silbido especial, y el pájaro vuela, llevando a los Hadza a las abejas para que puedan recolectar miel, un alimento básico en su dieta. A cambio, el ave consigue alimento: cera de abeja y larvas.

En las últimas décadas, los Hadza han perdido casi el 90% de sus tierras ancestrales debido a la migración de pueblos vecinos que están atrapados en un ciclo de crecimiento de la población, la pobreza y el uso desmedido de la tierra. Cada vez más, la gente se ha mudado a las tierras tradicionales de los Hadza, acabando con los bosques para pastorear, sembrar maíz, frijoles y cebollas, reduciendo de esta forma los recursos para la vida silvestre. El valle de Yaeda, que hace tan solo 30 años rebosaba de animales y que no tendría nada que envidar a cualquier parque nacional existente, ahora contiene solo fragmentos de antiguas manadas. Como dicen los Hadza, cuando la vida salvaje se ha ido, también se va la cultura. Puede ser difícil para un grupo de personas cuyas formas de vida no han dejado rastro sobre la propiedad de la tierra; sin embargo, en el 2011, los Hadza lograron una victoria histórica para conservar su tierra.

Títulos de tierras comunales

Las pequeñas comunidades sin territorios legalmente definidos han vivido fuera de los sistemas políticos y económicos dominantes de Tanzania, lo que les dificulta el uso de métodos convencionales para asegurar la tierra. En respuesta a ello, los grupos conservacionistas locales han trabajado con los Hadza y el Ministerio de Tierras para poner a prueba un enfoque diferente y más fuerte: un enfoque que otorga títulos comunales de propiedad de la tierra en lugar de títulos individuales. Estos títulos son los Certificado de Derecho Consuetudinario de Ocupación (CCRO por sus siglas en inglés), que aseguran la tenencia legal de tierras comunales. Dichos certificados habían ayudado anteriormente a individuos y entidades corporativas a establecer derechos a la tierra, pero los Hadza no reconocen el concepto de propiedad privada, pues ellos fueron los primeros en utilizar este mecanismo para asegurar la tierra a nivel comunitario.

Para hacer esto, los consejos de aldea y los Hadza, con la ayuda de organizaciones locales, tuvieron que establecer primero un plan de uso de la tierra y acordar límites definidos con sus vecinos. Cada certificado determinó cómo la comunidad podía usar y administrar un área de tierra en particular en el futuro. Los planes también establecieron sanciones para romper el acuerdo, establecido en un conjunto de estatutos decididos por la comunidad, especificando cómo éstos se aplicarían. Durante el proceso, el personal del equipo de Ujamaa y los Hadza sostuvo docenas de reuniones comunitarias con el gobierno local. Daudi Peterson del Fondo Dorobo, afirmó que: "a los Hadza se les concedieron los primeros títulos de tierras comunales en Tanzania a través de un CCRO”. Esto fue una gran ganancia para la seguridad y conservación de los medios de subsistencia de los Hadza, ya que se les dio la base legal para proteger y conservar la tierra y los recursos de los que dependen”. Los Hadza lograron un reclamo legal de 57,000 acres, una porción relativamente pequeña pero crítica de sus tierras originarias. Desde entonces, se han establecido límites adicionales para garantizar los derechos comunales de los Hadza a vivir, administrar y usar sus tierras ancestrales para la perpetuidad. En el 2016, el Ministro de Tierras de Tanzania viajó a la cuenca del Lago Eyasi para emitir 12 títulos de tierras comunales para los cazadores-recolectores Hadza y los pastores vecinos Datoga. Si bien esto es solo el 10% de la tierra original de los Hadza, es un comienzo.

Créditos de carbono y exploradores comunitarios

"Los exploradores de la comunidad y yo recibimos el pago directamente del proyecto de carbono forestal. Desde entonces, he usado este dinero para abrir una pequeña tienda", comenta Pili Gudo (Hadza), un oficial del proyecto del Valle de Yaeda. Con sede en Arusha, Carbon Tanzania es una de las primeras organizaciones en Tanzania en desarrollar un proyecto comunitario de compensación de carbono basado en bosques, convirtiéndose en la única organización en Tanzania que desembolsa fondos a las comunidades de las cuales provienen las ventas de carbono. El Proyecto del Valle de Yaeda se diseñó plenamente junto a la comunidad Hadza, con el objetivo de fortalecer los derechos territoriales comunitarios y la capacidad de gestión en aproximadamente 200 kilómetros cuadrados de tierras designadas como tierras consuetudinarias mitigando así el cambio climático mediante la generación de 360.249 toneladas de compensación de carbono durante un período de 20 años.

"Los CCRO son un elemento muy innovador y nuevo para trabajar hacia una mejor conservación", menciona Jo Anderson, fundador de Carbón Tanzania. "Desde hace tiempo se reconoce que una de las mayores barreras para la gestión de la tierra es la falta de propiedad legal de la tierra por parte de sus tutores. La capacidad de una comunidad para poseer los derechos de sus recursos les da una visión muy diferente. Es un verdadero cambio de poder cuando se trata de permitir que las comunidades locales tomen mejores decisiones sobre lo que hacen con la tierra y de resistir la influencia externa para hacer cosas con la tierra que no les conviene, los intereses de la conservación”.

Por esta razón, afirma, los CCRO más poderosos "son aquellos que se crean en nombre de un grupo comunitario por la custodia compartida de los recursos". La base del éxito de los Hadza ha sido el uso de la tierra desarrollado por la comunidad en base a planes que designan áreas para la agricultura, el pastoreo y la protección total, siendo esta última crítica para el Hadza como zona de caza. Esta área es administrada por los gobiernos de las aldeas y los Hadza, que emplean a 33 walinzi wajadi (exploradores de la comunidad) con ingresos de las ventas de carbono. Esto es algo más posible una vez que los títulos de propiedad están en su lugar. Su trabajo es patrullar las zonas de conservación para la agricultura ilegal o el pastoreo, así como la caza furtiva de carne de animales silvestres, así como informar sobre los problemas a las autoridades locales con la ayuda de los localizadores de GPS. Anderson señala que la vida silvestre solo se conservará realmente si las personas que manejan las tierras reciben apoyo en sus esfuerzos de una manera demostrable: "Podemos decir que la naturaleza es valiosa y podemos hacer declaraciones sobre el hecho de que las personas locales deberían ser compensadas por sus acciones para proteger los recursos naturales locales. Sin embargo, al final tiene que haber alguna compensación financiera para las personas que toman esas decisiones".

"Cuando alguien corta árboles para establecer una granja ilegal, o boma, preparamos un informe usando datos de GPS y lo enviamos al gobierno de la aldea para emprender acciones legales", dice Ezekiel Phillipo, un explorador comunitario. Los cazadores furtivos a menudo están fuertemente armados, lo que hace que el patrullaje sea un trabajo peligroso. Los exploradores armados con arcos y flechas han capturado y detenido exitosamente a algunos cazadores furtivos, pero un explorador fue asesinado a tiros en 2014. "Es un trabajo muy importante", afirma Athumani Magandula (Hadza), también un explorador comunitario. "Estamos protegiendo nuestra vida, nuestro sustento”. Luego de una clara identificación de límites en nuestra aldea, los habitantes ilegales volvieron a sus aldeas.

Desde entonces, los animales como el elefante, el kudu y el impala se ven cada vez más porque no hay casas en todas partes como antes. Hay una gran diferencia en el bosque circundante en comparación con años atrás debido a la reducción del pastoreo del ganado". Según menciona Moshi Nakunda, un cazador de Hadza: “Algunos animales que no hemos visto en años han regresado". Desde el 2011, se han obtenido 8 CCRO. El primer grupo de CCRO ha sido emitido en virtud de las Leyes de las tierras y pueblos de Tanzania con un total de más de 200,000 acres. Cada año, se ahorran casi 12,000 árboles talados a través de las acciones de la comunidad, según Carbón Tanzania. Esto equivale a 16,000 toneladas de dióxido de carbono por año que no llegan a entrar a la atmósfera, créditos de carbono que el Hadza está vendiendo a compañías que buscan compensar su contaminación.

Ampliar este enfoque de la tenencia legal de la tierra podría ser clave para proteger y fortalecer los medios de vida y las culturas que enfrentan crecientes amenazas. Las tribus pastorales vecinas de Tanzania, como Datoga y Maasai, han logrado replicar el modelo. Como señala Anderson, al confiar en tierras de pastoreo, el principal desafío de los pastores es tratar de desincentivar un cambio de estilo de vida a medida que los agricultores se mudan. "Si la gente está viendo los beneficios de mantener los hábitats intactos al menos en igual o mayor medida que los beneficios que obtendrían de la agricultura –menciona- entonces creo que tenemos una posibilidad de éxito de conservación a largo plazo".

-Katrin Redfern es una periodista y productora multimedia a nivel internacional enfocada en el área de derechos humanos, lucha contra la trata y corrupción. Ha coproducido una exposición itinerante en el Hadza. Obtenga más información en www.hadzaexhibit.org.

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