El cambio climático y el calentamiento global representan una amenaza real para la vida humana y para muchas otras especies del planeta. El antropoceno es un concepto que describe una ruptura fundamental en la historia humana en el planeta. Según esta idea, el ser humano modificó su relación con el planeta a partir de un dualismo cultura-naturaleza dado por los procesos coloniales que se iniciaron en el siglo XV con la conquista de lo que se denominó América.
Estos procesos coloniales de expropiación de bienes y tierras y caracterización errónea del otro (por ejemplo en los Pueblos Indígenas), terminarían en ideas y programas más profundos de división y separación del ser humano de su hábitat natural. En el campo de la ley, una de las consecuencias legales de estos procesos fue la creación del concepto occidental de la propiedad privada y un sistema de opresión y políticas de gobernanza.
Para combatir estos procesos coloniales, los Pueblos Indígenas han desarrollado varias estrategias de defensa y resistencia. Han luchado a costa de millones de vidas, han sufrido genocidio, aniquilación, eliminación cultural y social e invisibilidad. Y han comenzado a criticar las relaciones de hombres blancos con la naturaleza, en la que el medio ambiente puede ser usada, manipulada, transformada y destruida por el bien de una sola especie.
En el corazón de esta lucha está el concepto de la personalidad de la naturaleza, o los derechos de las entidades naturales como ríos, montañas, o bosques para tener un estatus como persona jurídica. Como todos estamos interconectados con el planeta, el bienestar de otras especies también es el bienestar de los seres humanos. Lo opuesto no es menos cierto: la destrucción de otra especie es una amenaza seria a la vida y el bienestar de los seres humanos. Pero si la naturaleza es tan preciosa ¿Por qué no se le protege? Si el medio ambiente es esencial para el bienestar de los seres humanos, ¿por qué es subyugado y destruido?
Las leyes ambientales no garantizan ni protegen los derechos de la naturaleza
Convertir a la naturaleza en una “cosa”, una fuente inagotable de recursos para ser extraídos, comercializados y violados como un ser vivo, arruinó el equilibrio y el papel del medio ambiente en proporcionar bienestar a todas las criaturas. Este proceso provocó la crisis climática y aceleró los desastres naturales en una escala nunca antes vista, trayendo muerte, sufrimiento y hambre a los seres vivos. En este nuevo y aterrador escenario, el hombre blanco despertó y empezó a hablar de proteger el medio ambiente, pero en el contexto de las mismas leyes que utilizaban para transformar la naturaleza en objetos de mercado. Proteger el medio ambiente es una cuestión de justicia. Necesitamos leyes ambientales. Pero ¿Por qué han fallado estas leyes?
Hay al menos tres razones por las que las leyes ambientales de Occidente no hacen justicia a la naturaleza y al medio ambiente. En primer lugar, las leyes ambientales de Occidente son utilitarias (al igual que las políticas públicas que emanan de ellas y la cultura y el sistema educativo que las alimenta). La idea de la sustentabilidad está de moda porque vende ilusiones y mentiras, prometiendo más beneficio para todos en términos económicos. En otras palabras, la naturaleza es valiosa porque proporciona el servicio que genera riqueza y eleva el nivel de vida de los seres humanos. La naturaleza es un recurso para una economía que crea riqueza y prosperidad. Ya sabemos que esto es una mentira, porque el consumismo y la contaminación desenfrenada de la naturaleza también son parte del mercado, y a gran escala, de un mundo desigual y opresivo.
En segundo lugar, el sistema jurídico es antropocéntrico. Desde el sistema de Westfalia (1648-1918), hasta los avances más recientes de instrumentos internacionales como la Declaración de Estocolmo (1972), la Carta Mundial de la Naturaleza (1982), la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo(1992), la Declaración de Johannesburgo sobre el Desarrollo Sostenible(2002) y el Acuerdo de París (2015), y a nivel nacional, como en la Constitución brasileña de 1988 y el Nuevo Código Forestal Brasileño (Ley 12.651/2012), todos los mecanismos legales están completamente centrados en la humanidad. En otras palabras, son leyes diseñadas para proteger el estilo de vida humano mientras ignoran a otras especies.
Y finalmente, los sistemas del hombre blanco han perdido la relación de respeto, reciprocidad y sacralidad con y de la naturaleza. El sistema capitalista y colonial no puede garantizar los derechos de la naturaleza por esta falta de ética que es el resultado de ignorar las leyes y relaciones del mundo natural. En la década de 1920, uno de los mayores símbolos del capitalismo, Henry Ford, quería construir una utopía industrial en medio de la selva amazónica brasileña. Quería crear un vasto monocultivo de hule en el Amazonas, pero sus plantaciones y trabajadores corrieron la misma suerte que su proyecto: la selva reaccionó con plagas y enfermedades que se habían mantenido ocultas con las plantas durante milenios. Plantar en campos de monocultivo desbloqueó esas enfermedades y causó el colapso de la utopía capitalista.
La opinión de que la naturaleza es una persona, o que las entidades ambientales deben ser vistas y respetadas como en su propia subjetividad legal se deriva de varios Pueblos Indígenas. Desde Nueva Zelanda hasta Ecuador, las opiniones Indígenas ofrecen una alternativa radical al sistema legal occidental con grandes y positivos impactos en el planeta. Aunque muchos Estados ya reconocen estas ideas al incorporarlas a sus ordenamientos jurídicos, han fracasado porque excluyen a los principales intérpretes, guardianes y protectores de la naturaleza: los Pueblos Indígenas.
Los Pueblos Indígenas no ven a la naturaleza como una fuente de servicios o valor económico, sino como una entidad viva en relación con ellos, capaz de ser representada legalmente. Según este punto de vista, nuestro propósito como humanos en el medio ambiente es desarrollar una relación espiritual y profunda de respeto y reciprocidad que no se basa en el extractivismo o expropiación, sino en el intercambio y cuidado.
En su subjetividad, las entidades de la naturaleza, como otras especies y fenómenos (ríos, lagos, peces, vientos, bosques, montañas, etc.), deben tener derechos, protecciones, privilegios, responsabilidades y obligación legal. Debido a que no pueden representarse a sí mismos, la relación antigua, ética y exitosa de los Pueblos Indígenas constituye a los pueblos nativos como los mejores guardianes que pueden actuar en defensa, representación y protección de ella. Como guardianes, aunque ocupamos sólo una cuarta parte de la superficie mundial, somos responsables de salvaguardar el 80 por ciento de la biodiversidad restante del mundo. Más del 20 por ciento del carbono se almacena en los territorios forestales tropicales de los Pueblos Indígenas en la cuenca del Amazonas, Mesoamérica, la República Democrática del Congo e Indonesia.
Otro aspecto, destacado por Mallory Jang (Wet'suwet'en First Nation), es que esta relación de los Pueblos Indígenas con la naturaleza es igualitaria: "Muchas Naciones Indígenas creen que los humanos son parte de la naturaleza, que los dos son iguales e interdependientes. La naturaleza siempre ha tenido derechos en muchas naciones Indígenas, y los Pueblos Indígenas tienen responsabilidades y deberes hacia la naturaleza para garantizar su supervivencia mutua. La naturaleza es una parte esencial de muchas comunidades Indígenas y sus leyes". Los Pueblos Indígenas colocan a la Madre Tierra en el centro de los sistemas culturales, judiciales y sociales. No puede haber integridad cultural ni justicia sin integridad ecológica.
Another aspect, highlighted by Mallory Jang (Wet’suwet’en First Nation), is that this relationship of Indigenous Peoples with Nature is egalitarian: “Many Indigenous Nations believe that humans are part of Nature, that the two are equal and interdependent. Nature has always had rights in many Indigenous Nations, with Indigenous people having responsibilities and duties toward Nature to ensure their mutual survival. Nature is an essential part of many Indigenous communities and their laws.” Indigenous Peoples place Mother Earth at the center of cultural, judicial, and social systems. There can be no cultural integrity or justice without ecological integrity.
Expresiones como sumak kawsay (buen vivir) o suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vivir armoniosamente) y teko kavi (buena vida), dan testimonio de esta centralidad de la naturaleza en las culturas Indígenas. Se hizo historia en Ecuador en 2007 y en Bolivia en 2009 cuando estos dos países adoptaron los “derechos de la naturaleza” como centrales para sus sistemas legales y sociales. Quedó claro por el lenguaje de la naturaleza Indígena utilizado para establecer esas leyes. Desde entonces, los tribunales de la India y Bangladesh han otorgado derechos sobre el río Ganges y otros ecosistemas. En Uganda y algunas ciudades de los Estados Unidos, Brasil, Nueva Zelanda y Colombia, ciertos ríos y paisajes también han ganado el estatus de persona. Algo está pasando.
Esta revolución legal propuesta por los Pueblos Indígenas cuestiona y transforma el concepto más profundo y peligroso del sistema occidental que es el concepto capitalista supremo de propiedad. Los Pueblos Indígenas no sólo colocan en pie de igualdad los derechos de la Naturaleza y de los hombres, especialmente en lo que respecta a la propiedad, sino que van más allá. Afirman que pertenecemos a la Madre Naturaleza. Pertenecemos a ríos, montañas, valles, piedras, lagos y bosques. Este cambio es tan profundo que extiende la idea de propiedad a otras especies. Con su ética de reverencia, reciprocidad y cuidado, los Pueblos Indígenas son esenciales para garantizar los derechos de la Naturaleza. No se trata de palabras y conceptos, sino de acciones y estilo de vida.
Todas las fotos por Jamie Malcolm-Brown Photography.