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Enfrentando la fiebre del litio: Salinas Grandes en peligro en Salta y Jujuy, Argentina

Por Clemente Flores (Kolla)
Fotos por Joaquin Zaldivar y Soledad Sede

Soy Presidente de la comunidad aborigen el Angosto de la cuenca de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc, en las provincias de Salta y Jujuy. Salinas Grandes se encuentra a 3200 metros sobre el nivel del mar, al pie del Nevado de Chañi, Argentina. Somos aproximadamente 7.000 habitantes de 33 comunidades dispersas en una extensión de 150 kilómetros, con numerosos caminos que nos conectan. No nos diferenciamos entre cada grupo, nos identificamos como parte de la cuenca, y tenemos una cultura y tradiciones compartidas a través de rasgos y símbolos comunes como la Pachamama o el carnaval que se transmite de generación en generación. A pesar de que la cuenca se distribuye entre Salta y Jujuy, dos provincias del noroeste de Argentina, no existen divisiones entre salteños y jujeños, existen familias donde la madre vive en Salta y sus hijos, a escasos metros, viven en Jujuy y la vida cotidiana transcurre en esa línea invisible que desconoce las fronteras. Las comunidades indígenas, preexistimos étnica y culturalmente al Estado argentino y gozamos de una serie de derechos tales como el de decidir sobre las prioridades de su desarrollo, participación en la formulación de planes, políticas o programas que nos puedan afectar, y la consulta y el consentimiento libre previo e informado, garantizados en la Constitución de la Nación Argentina y los Pactos Internacionales a los que ha adherido este país.

La mayoría de las comunidades vivimos de actividades pastoriles, cría de ovejas y llamas, complementando nuestras economías con producción agrícola de menor escala. La sal es un complemento básico, porque es el producto que nos permite obtener otros recursos. Las Salinas nos han provisto sustento durante muchas generaciones, antes mediante el trueque y los viajes de intercambio y hoy en día como jornaleros en las cooperativas salineras o como vendedores en los mercados regionales. Las salinas son parte de nuestra historia e identidad.

Nosotros criamos llamas para hacer carne y artesanías. Las llamas son parte de nuestra familia y mantenemos tropillas pequeñas para que en el invierno no sufran la falta de alimento. Nosotros las esquilamos, hilamos la lana, tejemos artesanías y subsistimos con ello. Al mismo tiempo es una manera de transmitir cultura, la forma en que esto se hace, las tinturas de hierbas naturales que utilizamos para obtener colores y los diseños son conocimientos ancestrales transmitidos hace muchas generaciones entre hombres y mujeres.

Existe además una relación afectuosa y de familia con todo el entorno. Por las señas que nos dan los animales silvestres como el puma o el zorro, sabemos si el año será seco o lluvioso. Por su parte las plantas con sus flores nos advierten sobre el clima. El mismo clima es familia, cada fenómeno natural tiene su camino. Es por ello que pedimos que respeten esta relación espiritual con el medio natural.

Para defendernos, comenzamos a organizarnos desde el año 2010 en torno a lo que difundian en los medios masivos de comunicación como el “oro blanco de la puna”, el “triángulo del litio” y el auge en la producción de baterías. Las comunidades de la cuenca desconocíamos todo lo que tenía que ver con la exploración y explotación de este preciado mineral. Nos asesoramos sobre qué era y qué iban a producir con él, y nos organizamos para solicitar información respecto a lo que se quería hacer en el territorio. Nuestra preocupación siempre fue la cantidad de agua que iba a consumir en esta actividad extractiva. Lo que ya está pasando y lo que quiere pasar en el futuro es que el agua se nos va a acabar: nuestro principal interés es el agua. 

Entendimos que para minar el litio es necesario bombear millones de litros de agua que conforman el subsuelo de la salina, ese agua ha estado allí por millones de años y es un eslabón más en la composición de nuestro frágil ecosistema, nadie nos asegura que si quitan ese agua nuestra forma de vida no será afectada. Todos los avances que vemos son a prueba y error, en Catamarca la minera Livent que explota el litio desde 1997 está denunciada por secar la vega de un río y por esa razón la Corte Suprema de esa provincia prohibió que se otorguen nuevos permisos en el Salar del Hombre Muerto hasta que se haga un estudio del impacto ambiental acumulado con todos los proyectos y trabajos que se han venido realizando allí. Nosotros no queremos ser el conejillo de indias de la transición energética, si nos quitan el agua, se termina nuestra forma de vida y con ello nuestra cultura.

El ecosistema de la puna es muy precario, nosotros vivimos en equilibrio y utilizamos al máximo los recursos que la naturaleza nos da, tenemos pequeñas producciones de cultivos de arveja y papa, crianza de llamas y cabras en pequeña escala; y en todas ellas el consumo de agua es esencial. Es por eso que desde 2010 comenzamos a reunir personas e instituciones que nos pudieran ayudar (actores locales, provinciales e internacionales) y a asesorarnos legalmente. Persiguiendo el objetivo de realizar una demanda colectiva al Estado para que garantice nuestros derechos, fortalecimos el mensaje de que la cuenca es de las comunidades y alertamos acerca del frágil futuro de nuestra cultura que busca cuidar la Tierra, no destruirla. Son saberes ancestrales que tenemos para protegerla como fuente de vida, y debemos ser responsables.

Presentamos una demanda ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación solicitando se garantice la consulta libre previa e informada de las comunidades locales. Comenzamos a reunirnos sistemáticamente para planificar y concientizar acerca de este problema emergente que podía afectar la vida de todos. También, para que el Estado entendiera que ante cualquier actividad que quisiera realizar en la cuenca debía consultar y realizar un procedimiento adecuado y participativo.

Fue un proceso de organización que requirió del compromiso de las comunidades en reunirse todos los meses y de la voluntad a participar de los encuentros. Una vez que hicimos la demanda judicial generamos un reglamento interno. Junto a los asesores identificamos los primeros ejes de trabajo: agua, empresas interesadas, procedimiento de consulta libre, previa e informada. A las reuniones mensuales asisten entre 30 y 60 personas. A veces, el factor climático, la falta de transporte y caminos, afecta los trayectos que debemos transitar para poder estar presentes, dificultando mucho la participación de todos los representantes.

Otras de las dificultades de comunicación es la falta de acceso a internet. Contamos con dispositivos móviles, pero no tenemos señal, y aunque hace pocos años tenemos servicio de electricidad este no es muy bueno y muchas veces nos quedamos sin luz. Ello impacta directamente en la calidad de trabajo ya que no podemos, por ejemplo, programar los encuentros. Las fechas son incambiables, por lo que el compromiso y cumplimiento se vuelve fundamental. El respeto a la palabra es nuestra principal herramienta de organización.

 

Incompatibilidades de la explotación de litio con la producción local

Resulta imposible pensar en la posibilidad de coexistencia de los dos procesos: la actividad extractiva de explotación de litio, y el desarrollo de las comunidades de la cuenca con sus valores ancestrales y modos de producción a pequeña escala. En la Puna llueve solo 100 milímetros anuales. Esto significa que el consumo de agua para la extracción del litio no está, salvo en las vertientes y en el agua fosil. Si se avanza con esta actividad se deberán hacer pozos a decenas de metros de profundidad, las vertientes se secarán porque estan en una cuenca endorreica y dejarían a las comunidades sin agua. Hasta el momento estamos esperando por parte de Estado la consulta a las comunidades y conocer las alternativas posibles, porque nunca vimos el plan de la explotación de litio ni tampoco nos involucraron en la generación de políticas públicas orientadas al respeto e involucramiento de los pueblos indígenas. A 90 kilómetros de nuestra cuenca, en la zona del salar Cauchari, están explorando litio y percibimos lo que está pasando: grandes perforaciones, vertientes secas, productores que se ven con la obligación de marcharse con sus llamas. Y muy pocos hablan de estos perjuicios.

No estamos en contra de la minería, ni del progreso, ni de la generación de empleo, sino que queremos que se respete nuestra voz, que nos involucren y consulten. En 2009 el Estado anunció que iba a explotar la mina Pirquitas que tendría una producción por treinta años y hoy está cerrada. No duró más de seis años. ¿Qué sucedió con las poblaciones locales y con el ambiente? ¿De qué tipo de desarrollo estamos hablando? Si la transicion energetica esta pensada para mejorar el mundo, ¿por que ponen en riesgo nuestras vidas? Queremos ser parte de ese mundo que están buscando salvar, nosotros tambien tenemos derechos a ser incluidos en el futuro. Podemos contribuir para que la extracción de los minerales de transición energética no signifique sacrificar nuestra cultura. Si matan la Pachamama, matan a nuestro Pueblo. 

Avances y desafíos

Otra de las estrategias que utilizamos para hacer frente a esta situación, fue elaborar un documento sobre nuestro derecho a la consulta y consentimiento libre previo e informado, que el Estado debe garantizar. Allí, le explicamos al Estado cuál debería ser el procedimiento de consulta adecuado a nuestra cultura. Por eso consideramos que uno de los resultados más importantes de todo este proceso fue este documento, al que llamamos “Kachi Yupi o Huellas de sal” en el cual hubo participación, reflexión y compromiso de todas las comunidades, a pesar de que no todos estaban de acuerdo en determinados puntos. Pero todos tuvieron la posibilidad de sumar aportes y contenidos que consideran significativos. Hoy velamos para que este documento vinculante, sea cumplido por el Estado. Si no se cumple, entonces se violan nuestros derechos. Una vez formalizado, esta propuesta funcionará para todos aquellos proyectos de exploración minera a corto, mediano y largo plazo.

En definitiva, lo que nos mantiene en movimiento es poder conservar este trozo de naturaleza viva, nuestro sistema de vida. La salina no es para nosotros un recurso económico, sino que constituye un ser vivo. La sal tiene un ciclo de crianza. En los meses de octubre y noviembre de cada año se realiza la siembra mediante la construcción de piletones, a partir de diciembre y hasta febrero es el periodo de lluvias en el que se cría la sal, luego viene la cosecha desde marzo hasta mayo, a partir de este mes la sal se fracciona y comercializa. En Agosto, pidiendo un buen año para la sal y nuestros territorios se da ofrecimiento a la pachamama, siempre en el mismo lugar, la ofrenda es con hojas de coca, comidas, bebidas y la sahumada con coba. Así renovamos el ciclo de la sal.  El manejo racional de las Salinas ha sido una concepción ancestral de las comunidades que allí habitamos. 

Cuando caminamos por la salinas de vez en cuando encontramos que el agua brota en ojos de agua, estas vertientes son para nosotros autoridades que hay que respetar, son sagradas porque son fuente de vida. Para tocarlos antes tenemos que challarlos, pedirles permiso. 

Hay muchas más deidades que las que adoran los creyentes urbanos y rurales. Algunos habitan montañas, llanuras, ríos, bosques, selvas, pantanos, mares y salinas. Han vivido en entornos naturales y salvajes desde los primeros días del asentamiento humano, acompañando a los antiguos. Y existen desde el momento en que son nombrados y por quien los menciona o cree en ellos. Estas creencias también funcionan como un marco normativo que aclara que está bien y qué está mal. Tienen una intención moralizante y están anclados a algo que existe (ya sea el lugar, el protagonista, la geografía u otro rasgo de la historia). Siempre dejan un mensaje pedagógico y advierten sobre situaciones negativas o conductas no deseadas para el bienestar de una comunidad.

Sin embargo, estos seres espirituales son más vulnerables que otros que tienen templos para proteger su memoria y atraer a sus creyentes. La existencia de estas entidades depende exclusivamente en la conservación de los paisajes salvajes que los contienen, por eso decimos: Nosotros no comemos baterías, si se llevan el agua se nos va la vida.

 

Un agradecimiento especial a Soledad Sede por ayudarnos a editar el artículo.