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Memoria y realidad de una comunidad renaciente

Por: Gabriela Jojoa Lasso

Quienes habitamos las comunidades rurales de los alrededores de la ciudad de Pasto, en el suroccidente andino colombiano, hemos sido denigrados, despojados y humillados desde la época colonial por defender nuestra autonomía y territorio. En las historias narradas dentro de mi comunidad, Mocondino, se relatan eventos trágicos que revelan las relaciones desiguales entre los habitantes de la ciudad y nuestros mayores, obligados hasta hace unas décadas a construir caminos e iglesias y a limpiar calles y plazas, todo de forma gratuita. Sin embargo desde hace algún tiempo despertamos para luchar por nuestra herencia que poco a poco está siendo arrebatada por quienes solo buscan explotar y mercantilizar los pocos recursos y el territorio que aún conservamos a través de la urbanización descontrolada, la construcción de vías y los cambios en el uso del suelo para favorecer actividades comerciales e industriales.

Como siempre ha sucedido con nuestros territorios y comunidades, estas iniciativas se han llevado a cabo sin ningún tipo de consulta, desatando múltiples conflictos entre la misma comunidad, instituciones y el gobierno nacional. Un ejemplo de esto fue la construcción de la vía perimetral de la Panamericana que desplazó el tráfico pesado y la contaminación de la ciudad a nuestro territorio, trayéndonos miedo, incertidumbre, inseguridad, contaminación auditiva, entre otros prejuicios. Aún se recuerda cómo una mañana, por allá en el año 2012, escandalosas maquinas amarillas irrumpieron la paz y desbarataron los sueños e ilusiones que muchas familias habían construido durante años, echando al suelo las casas donde muchos Mocondinos fundaron su historia e hicieron familia, tras años de dedicación.

Todo quedó en el recuerdo, y solo para dar paso al “desarrollo”. Para el año 2010 ya escuchábamos hablar de esta palabra como algo positivo, sin embargo, fue todo lo contrario. Con la construcción de la vía perimetral se vieron afectadas las familias cuyos ingresos se basaban en la producción de leche y la agricultura, pues al cortar nuestro territorio en dos, las personas que vivían en los sectores de Mocondinocentro y bajo y que tenían sus tierras en la parte alta debían cruzar esta culebra de cemento a diario para realizar sus labores acostumbradas, arriesgándose a ser arrollados por un carro o corriendo el riesgo de ser atracados. De esta manera, se perdió la tranquilidad a la que estábamos acostumbrados.

La vía nos afectó a todos ya que partió nuestra “casa grande”. Para los Mocondinos, como otras comunidades nativas que han existido por siglos en los Andes colombianos, el territorio no es solo un pedazo de tierra más, disponible únicamente para usufructuar, es la morada donde habitamos junto con nuestros guardianes y espíritus mayores, donde se cultiva con entusiasmo y respeto las diversas formas de vida y donde seguimos resistiendo. Y es que a pesar de haber transcurridos nueve años de la puesta en funcionamiento de la vía perimetral, con accidentes y varias personas muertas incluidas, los Mocondinos continuamos luchando, sobreviviendo a la adversidad de eso que otros llaman y nos imponen como “progreso”.

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Nuestra lucha actual también es por el agua. El espíritu de nuestro pueblo siempre ha estado vinculado a este elemento, pues desde las montañas de El Tambillo, La Toma, El Mandural, el Motilón y la Chorrera Negra hilos cristalinos irrigaban nuestros campos, beneficiando a humanos y no humanos por igual. Hoy en día, producto de la expansión urbana descontrolada, el líquido vital es escaso por lo que se generan graves conflictos. El constante crecimiento poblacional de la ciudad, el desplazamiento de familias de otros lugares y el acaparamiento de tierras por personas ambiciosas, ha generado que en Mocondino se vaya perdiendo espacios tradicionales como la chagra y la tulpa, ya que las construcciones invaden las pequeñas parcelas donde antes se cultivaba. Esto genera muchos cambios, cada vez es más escaso el paisaje natural, algunos animalitos están migrando y otros,  como el curillo, la mirla y la chara verde (a los que nunca se les veía), circundan ahora por los alrededores de las casas.

Algunos quieren aprovecharse del agua y de la infraestructura comunitaria que hemos construido y mantenido durante generaciones, para seguir edificando y mercantilizando el poco suelo rural que nos queda. Esta situación y las continuas luchas con el gobierno e instituciones fueron el pretexto para que en el año 2010 comenzaran a renacer nuestras autoridades ancestrales con el fin de hacer respetar nuestra autonomía como derecho mayor. Hombres y mujeres nos levantamos y nos sacudimos para que nuestras raíces retoñen y se fortalezcan después de tanto tiempo de estar rezagadas en pequeños recodos de la casa grande, para gritar a viva voz ¡aquí estamos!, para continuar resistiendo y luchando por preservar nuestra identidad.

El renacimiento del cabildo fue la última carta que nos jugamos a ciegas, pero que nos ha permitido continuar en pie. Gracias a las voces y acompañamiento de personas solidarias, hemos reconstruido nuestro pasado y seguimos adelante. El autorreconocimiento como comunidad étnica nos ha permitido dar la pelea en defensa del agua y por nuestros derechos colectivos. Esta experiencia de liderazgo, donde destacan mujeres por su valentía y el esmero, es un claro ejemplo de que las comunidades organizadas si podemos hacer frente a toda adversidad, que aunque los gobiernos de turno con sus planes, programas y proyectos pueden afectarnos, estamos prestos para generar diálogo y propuestas de cambio para bienestar de todas y todos.

Quiero terminar este artículo contándoles que el 2023 fue un año importante para los Mocondinos, pues en diciembre se cumplieron 50 años de la transformación del antiguo acueducto de nuestra comunidad, el cual ha manteniendo su autonomía con aporte de la comunidad y con mingas de trabajo, desde donde se promueve la protección de las cuencas, y se suple una necesidad básica para integrantes humanos y no humanos de nuestra comunidad. El “cuido del agua” se ha heredado de generación en generación y es lo que conocemos como “gestión comunitaria del agua”, que, aunque es difícil preservar por todas las presiones que recibimos, entre otras la de “modernizarnos” y transformarnos en una simple empresa prestadora de servicios públicos. Sabemos que de la defensa de este modelo depende nuestra pervivencia en el tiempo como Mocondinos.

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Gracias al proyecto “La Minga, la voz de los Mocondinos” y a Cultural Survival es que hemos podido adquirir herramientas para poder transmitir esta voz, lo que a diario está aquejando a mi comunidad pero también nuestras fortalezas y valores como originarios. Esperamos que La Minga se siga fortaleciendo como un medio de comunicación de los Mocondinos, que permita fortalecer la soberanía comunicativa para que cada vez más, jóvenes, hombres y mujeres, se sigan sumando a nuestra lucha y podamos impactar también a la comunidad en general, sensibilizando y acrecentando la solidaridad y la unión de luchas por un bien común para todas y todos.

Me place que estas vivencias puedan ser conocidas por otras comunidades originarias alrededor del mundo, donde sé que padecen situaciones similares o aún peores. El modelo de muerte, destrucción y despojo que trae el capitalismo desenfrenado debe ser resistido no solo por el bien de nuestros pueblos sino de la humanidad y el planeta en su conjunto. Desde aquí, desde Mocondino, sepan que cuentan con un aliado y una voz más en esta lucha.

Gabriela Jojoa Lasso es una joven comunera de la parcialidad Indígena del pueblo Quillasinga. Ha sido partícipe activa del proceso de renacimiento del cabildo indígena de Mocondino a partir del año 2012 y ha impulsado varias iniciativas en la defensa de agua y del territorio en su comunidad. Actualmente está culminando sus estudios de Licenciatura en Etnoeducación en la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD). 

En 2022, Radio La Voz de Quillasinga recibió una subvención del Fondo de Medios Comunitarios Indígenas que brinda oportunidades para que las estaciones de radio indígenas internacionales fortalezcan su infraestructura y sistemas de transmisión y crea oportunidades de capacitación para periodismo, radiodifusión, edición de audio, técnicas habilidades y más para periodistas de radio de comunidades indígenas de todo el mundo. En 2023, el Fondo de Medios Comunitarios Indígenas apoyó a las comunidades con 60 subvenciones por un total de 420.000 dólares a medios de comunicación comunitarios Indígenas de 20 países, apoyando a 87 Pueblos Indígenas.