Mientras los gobiernos estatales continúan sus prácticas lingüicidas, las comunidades Indígenas alrededor del mundo toman las riendas de su futuro lingüístico con proyectos diseñados según sus propios valores y el nivel de riesgo de su lengua.
En un alentador discurso, Richard Grounds, director ejecutivo del Proyecto Lingüístico Yuchi, con base en Sapulpa, Oklahoma, animaba a las comunidades Indígenas a dejar de ser simples testigos de la pérdida de hablantes de nuestros idiomas. En su lugar, nos decía, debemos ir a la acción, tomar las riendas, vencer la inercia. El discurso sucedía en el encuentro “Intercambio y convención de proyectos lingüísticos de base”, convocado por Cultural Survival en Oaxaca (México), en mayo de 2023. Se encontraban reunidos diferentes proyectos lingüísticos venidos desde comunidades de Colombia, Rusia, Estados Unidos, Ecuador, México.
Los equipos de trabajo en el Encuentro eran tan diversos como los idiomas que representaban: incluían desde niños hasta personas mayores; eran iniciativas familiares o grandes programas intercomunitarios; funcionaban con menos o con más presupuesto; tenían desde un hablante fluido hasta comunidades enteras; desarrollaban materiales escritos o juguetes para el aprendizaje oral.
Aunque los contextos de cada uno eran dispares, en el análisis coincidían los equipos presentes: “las políticas que protegen los idiomas indígenas solo funcionan en papel”; “nos estamos quedando sin espacios públicos para nuestras lenguas”; “si no nos organizamos nosotros, el gobierno no va a hacerlo”. Así que decidieron empezar desde casa y desde la comunidad. Lo que tienen en común todos los equipos es el esfuerzo por perpetuar sus idiomas, crear nuevos hablantes a pesar de las dificultades, vencer la inercia para no ser solo testigos de su desaparición. El sueño es un futuro donde los bebés crezcan aprendiendo naturalmente sus idiomas, que estos se escuchen en todas las actividades de la vida del pueblo.
Los proyectos coinciden en que no es tan fácil vencer la inercia. Las personas que quieren aprender o re-aprender los idiomas indígenas de sus familias enfrentan múltiples retos tan solo para mantener la motivación en el proceso de aprendizaje. Además, no siempre se puede involucrar a otros miembros de la comunidad, especialmente si se plantea un proyecto de largo plazo o que requiera de muchas personas. Ciertos proyectos han optado por pagar un estipendio a maestros y aprendices para que puedan dedicarle tiempo al fortalecimiento de su idioma.
El dolor de las vejaciones sufridas por uno mismo o por nuestras familias se mencionó como una de las barreras emocionales a vencer antes de poner manos a la obra. Los compañeros kichwa de la Comuna Quilloac relataron el haber tenido que esconder su acento y cortarse el cabello para ir a la universidad (los hombres kichwas llevan tradicionalmente el cabello muy largo). El equipo de Nemuk, del pueblo mixe, afirma que también es necesario superar el reparto de culpas que con frecuencia se hace entre padres e hijos, a unos por no haber transmitido el idioma y a otros no hablar.
Luego de superar esta clase de barreras, la mayoría de los proyectos inició con un diagnóstico de su contexto: ¿con cuántos hablantes contamos?, ¿cuántos aprendices se van a formar?, ¿qué recursos tenemos?, ¿qué nos permiten nuestras tareas diarias? Al identificar el nivel de peligro en que se encuentra su idioma y la situación de la comunidad, pudieron diseñar una estrategia apropiada: nidos de lenguas en salish, enseñanza del ayöök como segunda lengua, escuela de inmersión en spokane, documentación del kumandin con el único hablante fluido.
Con el diagnóstico como punto de partida, estos proyectos comunitarios pusieron manos a la obra según su contexto y sus propios valores y necesidades. Algunos hacen avanzar el trabajo previo, como el colectivo Colmix (mixe), que se apoya en 40 años de planificación comunitaria, lo que le ha permitido diversificar sus estrategias de enseñanza y diseñar materiales escritos. Otros están esforzándose por despertar el interés entre su gente, como el equipo del Itelmen Language Project, que está haciendo una película de títeres en idioma itelmeno para reforzar el sentido de identidad y atraer más personas que quieran aprender el idioma.
La mayoría de los proyectos coinciden en que lo fundamental es enseñar a los niños, crear nuevos hablantes. Los materiales escritos, como diccionarios y gramáticas, son importantes pero no imprescindibles para enseñar la lengua. Algunos equipos, como el Yuchi Language Project, el Spokane Language House y la Salish School of Spokane han logrado excelentes resultados enseñando sus idiomas con métodos que enfatizan la oralidad, con cantos, juegos y convivencia regular haciendo tareas cotidianas. Otros equipos también pasaron al frente y hablaron en su idioma. Contaron que hace años no los podían hablar, pero su esfuerzo ha rendido frutos.
Para cada necesidad de una comunidad lingüística, se ha elegido un camino, pues no todos los aprendices son iguales. Pueden ser niños, jóvenes o adultos. Pueden saber algo, mucho o nada de la lengua. Los ya hablantes pueden enfocarse más en la escritura y el análisis de su lengua. Los aprendices, en cambio, pueden tener otros objetivos, como procurarse ambientes seguros donde practicar su lengua sin la vergüenza de cometer errores, como señala el Colectivo Nemuk.
Con todo, hay que aclarar que el camino no ha sido recto, que ha habido vacilaciones, cambios, corrección del rumbo, ensayo y error. Las comunidades indígenas están ensayando los métodos para fortalecer sus idiomas, están construyendo su propio conocimiento sobre cómo debe ser la enseñanza y aprendizaje de idiomas de acuerdo con su cultura y valores. No todo sirve para todos, aunque el objetivo sea el mismo.
Cuando estas iniciativas comunitarias se anclan a proyectos comunitarios más grandes, tienen mayores posibilidades de progresar o de hacerlo rápidamente. La Salish School of Spokane ha logrado la participación de toda una comunidad, con hijos y padres estudiando el idioma, además de donantes que apoyan regularmente. Por su parte, el Proyecto de Desarrollo Rural Vicente Guerrero va mucho más allá de lo lingüístico, es una organización de indígenas campesinos que luchan por preservar la tierra, el ambiente y las semillas nativas. En el Resguardo Inga San Miguel de la Castellana, el trabajo por la lengua inga complementa la enseñanza en las escuelas de la comunidad.
Formar parte de proyectos más grandes, que trabajan en otros aspectos de la cultura propia, da una gran fortaleza a los esfuerzos lingüísticos, pues de esa manera, los aprendices se acercan más a la cultura, haciendo tareas cotidianas como tejer canastas o cocinar comida tradicional mientras practican su idioma. “Los niños aprenden al pie de los ancianos”, dijo Kaimana Barcase (kanaka hawaiʻi). “La lengua adquiere pleno significado en las tareas cotidianas de la vida común de nuestro pueblo”, añadió alguien más.
Richard Grounds ha mencionado que “la lengua es una medida de salud de la cultura”. Y quizá también lo son estos proyectos: si una comunidad ha logrado unirse para trabajar por el futuro de su idioma significa que aún tiene esos valores que la ha mantenido en resistencia por siglos. Los proyectos comunitarios tienen mucho en contra, pero cuentan con recursos valiosísimos como la organización comunitaria, el trabajo colectivo, la espiritualidad propia, el amor a los abuelos.
Estos proyectos que se reunieron por cinco días en la ciudad de Oaxaca, por convocatoria de Cultural Survival, tienen idiomas y culturas muy distintos entre sí; sus lenguas tienen diferente grado de amenaza de desaparición. No obstante, durante el “Intercambio y convención de proyectos lingüísticos de base”, pudieron compartir sus experiencias e identificarse con las de los otros, encontrar puntos en común y aprender mutuamente de las diferentes estrategias para ese objetivo compartido.
Si los programas de los gobiernos estatales (como las escuelas supuestamente bilingües) siguen fallando en resarcir el daño que han hecho a las lenguas y culturas Indígenas, las comunidades indígenas están resistiendo en lo lingüístico con sus propios recursos y conocimientos. La discriminación estructural de los estados modernos ha causado mucho dolor en las familias indígenas, pero sobre ese dolor se está construyendo un futuro donde nuestros idiomas se sigan escuchando.