Boozhoo-aaniin, mi nombre es Lindsey Balidoy. Soy del Pueblo Bad River Ojibwe y Tiwa. Soy académica y educadora. Estoy orgullosa de ser una mujer queer. Soy hija, hermana, amiga, y familiar. También soy alguien que sintió que todas estas identidades no pertenecían al mismo lugar al mismo tiempo. Eso, hasta que encontré una comunidad de académicos Indígenas que se reusaron a ser invisibilizados, enseñándome lo que significada descolonizar mi identidad por medio de la academia.
Nací y crecí en una comunidad urbana, costera e inter tribal. Escuchamos de una multitud de voces de varias tribus, tanto alrededor como fuera del área. Organizamos Powwows (una ceremonia India norteamericana), comimos todos juntos y navegamos en la experiencia de estar lejos de nuestras tierras natales ancestrales como comunidad. Mi identidad como mujer joven, queer Indígena se formó en este escenario, con mi espíritu tan nutrido que la pasión por la educación floreció.
Los lugares de educación han sido tanto mis salvadores como también el obstáculo más grande de afrontar. El mundo estaba aparentemente a mi alcance, pero mi idea de cómo era y la idea de la academia de cómo debería ser el mundo son dos ideas en competencia. Me dijeron que solo mujeres y hombres se pueden amar mutuamente, que de la única forma que mi gente puede existir es a través de los libros de historia, y que solo los hombres pueden tener posiciones de poder. Mis identidades fueron etiquetadas como “otros”, y tenía que esconder quien era yo para encajar en este escenario de academia colonial.
Lindsey Balidoy y su madre en una ceremonia tradicional de powwow.
Mientras comenzaba mi carrera como estudiante de educación superior en mi colegio comunitario local, descubrí que era más fácil dejar a un lado todas mis identidades para mezclarme con todos los demás. Estaba cansada de ser la única mujer Indígena gay en una habitación, esperando a que alguien dijera algo ofensivo. Parecía que nadie pensaba jamás que una persona Indígena pudiera estar en la misma habitación que ellos, y yo estaba cansada de ser la novedad. Fui a clase, hice mi trabajo y me fui a casa. Todo este conocimiento y oportunidad estaba al alcance de mi mano, e iba a hacer todo lo que necesitaba para aferrarme a esa esperanza. Me mordí la lengua, mantuve la cabeza agachada y pasé dos años alimentándome de un sistema que borraba activamente quién era yo.
Un día estaba en la biblioteca del campus escribiendo un papel en inglés sobre la aculturación y lo devastador que era para perder tradiciones que han sido practicadas desde tiempos inmemoriales. Tenía un nudo en la garganta de estaría alrededor hasta mi próxima graduación. ¿Estaba siendo fiel a mi cultura, mi gente y mi forma de vida? ¿Mi madre, abuela, bisabuela y todas las madres antes de eso lucharon para que yo estuviera aquí, solo para que me olvidara? Y lo más importante, ¿tenía yo la fuerza para pelear con estos monstruosos sistemas coloniales de la academia?
Cuando muy llegué al campus de la universidad, la ruta más simple parecía ser la que había estado siguiendo: agachar la cabeza, levantar el lápiz, continuar siendo invisible. Sin embargo, estaba siendo catapultada de repente a la comunidad de guerreros Indígenas académicos que eran ruidosos y estaban orgullosos de quienes eran. Escuché saludos tradicionales, vi estudiantes usando sus medicinas tradicionales, como hierba dulce y salvia, y encontré empleados universitarios que eran Indígenas de California. Mi idea de que no podía compartir un espacio académico con mi Indigeneidad comenzaba a desmoronarse porque veía una prueba viviente de que era posible.
Siempre estaré agradecida por el Nido Nativo (Native Nest), un espacio en el campus para que los Indígenas se levantaran. Oficialmente llamado “Centro de Apoyo para Estudiantes Académicos Nativos Americanos”, el Nido ofrece programas, servicios y apoyo holístico de una manera culturalmente relevante. Este espacio físico permite que los estudiantes Indígenas se conecten, exploren sus identidades, y legitimemos nuestra presencia en un gran campo universitario. Construido como una cabaña, he aprendido cuán importante era el espacio físico, cuán importante fue tener este lugar designado para reunirnos. The Nest jugó un papel fundamental en mi propio desarrollo personal y éxito académico.
El Native Nest es en donde nuestra comunidad de académicos Indígenas podía trabajar, tener conferencias, y solo ver otras personas Indígenas en el campus. A veces veíamos películas, teníamos brazaletes de cuentas, o comíamos platos tradicionales juntos. Otras veces, todos los líderes Indígenas en el campus se sentaban juntos y planeaban nuestros programas de reclutamiento y retención por un año para ayudar a planear eventos y celebraciones culturales. Como mujer Indígena queer que estaba aprendiendo cómo enorgullecerme de mi intersección de identidades, mi compromiso en este lugar fue un recibo por mi éxito: las sensaciones de aislamiento y asimilación que guiaron mi melancolía espiritual fueron reemplazados por sensaciones de pertenencia, empoderamiento y sanación.
Algo que también se desarrolló durante este tiempo fue la comprensión de mi sexualidad y como se cruza con mi Indigeneidad, ya que estaba comenzando el proceso de desbloquear todas las identidades que había escondido por mucho tiempo. Fue vigorizante estar en un gran campus universitario, lejos de la comunidad en la que crecí, y ver expresiones abiertas y orgullosas de uno mismo. Es radical mantener el sentido de uno mismo en primer plano en cualquier capacidad, y la idea de hacerlo yo misma era increíblemente abrumadora. En ese momento, los valores de ser expuesta a una comunidad inter tribal vinieron a la luz, y empecé a escuchar y observar a los Dos-Espíritus y parientes homosexuales que caminaban delante de mí. Vi a aquellos que enfrentaban dificultades inimaginables, pero encontraron sanación y éxito en la escuela. Me sentía menos sola, menos presionada a tener todo resuelto en ese entonces, y más motivación para nunca ocultar mi identidad como una mujer queer otra vez.
Sentí una sensación renovada de una misma como una académica Indígena joven y queer. Me encontraba a mí misma acercándome a mis estudios con tanta atención como antes, pero ahora respetaba, honraba y exploraba mi propia y única identidad. Mi voz se sintió amplificada y fui apoyada en todo el camino por gente que entendía lo que estaba experimentando. Empecé a entender qué tan profundamente están dañados nuestros sistemas educativos, y cómo se necesitará un pueblo, y más, para lograr la sanación colonial que necesita la educación superior. Nuestra propia historia debe ser enseñada, nuestros propios autores leídos, y nuestras propias voces valoradas. No tenemos que conformarnos con lo que ya se ha hecho, pero podemos forjar nuestros propios caminos hacia adelante para que honren nuestras identidades por completo.
Después de obtener mi licenciatura en inglés, continué en un programa para Educación de Maestría. Fue aquí cuando me di cuenta que, en un cuarto lleno de mujeres, todavía puedo ser invisible. Estaba lejos de la comodidad de una comunidad Indígena. Menos del uno por ciento de estudiantes Indígenas continúan para obtener una maestría. Esa es la estadística que pasa por mi cabeza cada vez que me hablan, cada vez que me dicen que tengo que estudiar solo lo que se ha hecho antes, y cada vez que me silencian por compartir conocimientos culturales y espirituales en el aula, como educadora.
Comunidad intertribal protestando contra la construcción del oleoducto Dakota Access.
Decir que fue fácil o que no pensé en rendirme un millón de veces sería una mentira total. Lloré y oré todas las noches, e incluso molesté a algunas personas después de decir mis pensamientos y sentimientos a mis compañeros no Indígenas. Pero, como profesora de una clase, ahora tenía estudiantes que estaban buscando guía. Estudiantes que como yo, querían ser vistos, escuchados, y valorados. Ahora me estaba defendiendo no solo a mí misma, sino al futuro de nuestras comunidades. No quería que la siguiente generación de estudiantes mantuviera su cabeza gacha en silencio como yo, sino que caminaran con orgullo y confianza.
Soy una mujer Indígena queer orgullosa quien lucha para enseñarle a la siguiente generación de estudiantes Indígenas a no esconder quienes son, sino a celebrar cada éxito y honrar cada problema que puedan enfrentar en la escuela. Mi último objetivo como educadora en la clase es crear un ambiente educativo seguro en donde la gente Indígena pueda explorar con toda seguridad cómo trabajan sus identidades juntas. Es tiempo de que los estudiantes Indígenas puedan verse en espacios de aprendizaje. Los estudiantes Indígenas merecen prosperar en lugar de simplemente sobrevivir en la academia, y ser apoyados durante todo el proceso con sistemas de apoyo culturalmente relevantes.
Continuaré esta lucha para descolonizar la academia mediante el reclamo y celebración de identidad. La única forma posible de ir hacia adelante es repensando, reconstruyendo, y renovando lo que significa ser los guardianes de múltiples identidades que merecen ser honradas. Merecemos sanar con nuestras comunidades. Merecemos ver a un horizonte donde ser una mujer Indígena queer no sea un obstáculo a superar, sino un viaje para celebrar.
--Lindsey Balidoy es del Pueblo Tiwa/ Bad River Ojibwe.
Foto de portada: Lindsey Balidoy en su graduación de la Universidad de California, Davis. Todas las fotos son cortesía de Lindsey Balidoy.