Recuerdo haber leído en algún lugar y momento, unos párrafos de texto que en la medularidad de su contenido, hacía referencia a la cultura como un proceso social que está en constante construcción y en dirección de la humanidad. Este trecho iniciaba recordando una conferencia antropológica que tenía la presencia de muchos estudiantes aspirantes al entendimiento de la cultura, y algunos eruditos que ya eran expertos de la cultura. La picardía por el conocimiento de una estudiante, se materializó rápidamente en una pregunta clave para entender el sentido de humanidad, ¿la antropóloga Margaret Mead, cuál considera usted que es el signo más antiguo de civilización en una cultura? Ante esta pregunta todos los oyentes encajados en su estructura disciplinar, esperaban que la respuesta fuera en torno a vestigios materiales como lanzas, ollas de arcilla o piedras de moler, ¡pero no! Mead respondió que el primer signo de civilización en una cultura antigua, era un fémur que había sido roto y luego curado.
Esta respuesta impactó a muchos definitivamente. Mead explicó que en el reino animal, si te rompes una pierna, mueres, pues no puedes huir del peligro, ir al río a beber o buscar comida. Eres una presa fácil para los depredadores y saqueadores. Ningún animal sobrevive el tiempo suficiente para que el hueso de una pierna rota se cure. Un fémur roto y curado es evidencia de que alguien se dió el tiempo para tomar la caída de su semejante, apretó la herida, lo llevó a un lugar seguro y ayudó a recuperarse. Mead dijo que ayudar a alguien necesitado es donde comienza la civilización de nuestra especie, es donde comienza la humanidad.
Usando esta pequeña alegoría relacionada a lo que significa en términos generales la humanidad, cultura y sociedad, voy a analizar el proceso de restauración andina desde el contexto actual de los Pueblos Indígenas del Perú. Para ello es imprescindible contextualizar los eventos que llevaron a la actual condición crítica de gobierno y política en este país. La convulsión social del Perú inició con un constante asedio político de la oposición fujimoristas junto a otros partidos políticos (hijos menores de la misma), que nunca aceptaron la elección democrática y menos dejaron gobernar al entonces electo presidente Indígena Pedro Castillo. Estas violencias terminaron agudizándose con el suicidio político del entonces presidente, quien en un acto casi incomprendido para su masa popular que lo respaldaba, disolvió el Congreso de la República y consecuentemente llevó a la sucesión presidencial de Dina Boluarte como nueva presidente de la república del Perú.
“La Toma de Lima” movilización masiva de Pueblos Indígenas del interior del Perú marchando hacia la capital.
Ante estos sucesos se inició una indignación generalizada desde el sur peruano, ya que tal persecución y hostigamiento al expresidente no solo se limitaba al menosprecio de un presidente o figura política de un Estado, sino más bien el asqueamiento, racismo y clasismo directo de una alienada clase de mistis (blancos coloniales) contra una población que en épocas históricas significaban el 80% del país pero que hoy significan poco menos del 26%, Indígenas. Las marchas constitucionalmente legítimas no se hicieron esperar, y junto a estas la represión estatal también, campesinos con armas artesanales -huaracas- contra la Policía Nacional y Ejército. Los costos sociales fueron muy altos, más de 60 muertes en menos de un mes de gobierno. La convulsión social persistió en el sur del Perú, grupos Indígenas, comunidades campesinas, y movimientos de base se mantuvieron fuertes por más de dos meses, hasta que la táctica estatal de asfixia económica surtió efecto, quedando solo los grupos Indígenas, ahora vistos como terroristas de Estado y contrarios al desarrollo nacional.
Desde entonces se han realizado marchas a la capital denominada “la toma de Lima” lo cual comprende la movilización de grupos sociales del interior del país hacia la capital, como forma de contrarrestar la constante invisibilización de las protestas, hecha por los grandes medios de prensa nacional. A la actualidad se ha desarrollado la tercera movilización nacional y el desgaste de los Pueblos Indígenas ha sido muy fuerte, pero los resultados están floreciendo, pues hoy se tiene más movimientos nacionales marchando nuevamente juntos y por una agenda nacional (renuncia de la actual presidenta, nuevas elecciones presidenciales y justicia para las muertes impunes causadas por el Estado).
Así mismo se ha destapado la captura del Estado e instituciones hecha por los pequeños burgueses (los cuales son literalmente expresos en las propuestas políticas y legislativas), y finalmente el desenmascaramiento de los falsos revolucionarios en busca discursiva del poder (supuestas izquierdas que solo buscan votos a través de la necesidad social). El panorama que hoy pinta el Perú es un panorama de conciencia popular que despierta y pretende luchar contra los grupos de capitales, pero eso no habría sido posible si los pueblos no hubieran resistido hasta ahora.
Madres despidiendo a sus hijos camino a la “Toma de Lima”.
Las cosas no son ni pueden ser las mismas siempre, todo fluye, cambia y se transforma, como dicen los hermanos andinos. La vida sigue una dialéctica de contradicción antes que de oposición, no es que el día sea opuesto a la noche o que el varón sea opuesto a la mujer, sino que estos son complementarios. La oposición niega la existencia del otro, mientras que la contradicción permite el amalgamiento y coexistencia de ambos para algo mejor. La cultura andina ha desarrollado una filosofía que se basa en el todo ser y acontecer, ello se explica de mucha mejor forma en sus principios de reciprocidad y complementariedad que materializa el sumaq kawsay o vivir bien, o qhapak ñam o camino correcto de vida. Estos principios que rigen la vida ética en comunidad y como parte de un todo, hacen que la vida colectiva sea posible; pueda que exista como en toda realidad, algo que desequilibre este arquetipo, pero también se tendrá un antídoto que neutralice y de una respuesta cultural inmediata para curarlo.
En el mundo andino existe un dispositivo de auto corrección epistémica para sanar o restablecer el orden existente, el cual se denomina “Chaninchay”. Tal categoría significa en el ethos social de su contexto, una percepción de justicia y equilibrio para todas las cosas, donde la realidad es una construcción subjetiva comunitaria no ligada a lo individual, ni divino teocrático de lo moral, sino más bien, como un todo universal pero relacional animado (donde todo tiene o posee alma y sentimientos) que constantemente es nutrido por confraternidad, solidaridad, reciprocidad, a fin de buscar un todo diverso, equilibrado y justo comunitario.
Entonces, ¿cómo sana y restaura su comunalidad la sociedad andina después de la crisis política que ha golpeado fuertemente al Perú? ¿Cómo reconstruyen su existencia individual y colectiva después de eventos tan fuertes como los vividos en el 9 de enero? Para las masas sociales andinas todos estos eventos no son fenómenos aleatorios ni casuales, ellos comprenden que el origen reside en el proceso histórico, que consecuentemente obedeciendo a su ley de ciclicidad surge y brota cada cierto tiempo, porque el tiempo es para ellos una actualización del pasado, pero con particularidades del presente que hacen posible el futuro. El mundo andino sabe que aquello que es incierto en la filosofía occidental (futuro) es en realidad lo conocido y vivido del pasado qhipnayra (el futuro es pasado vivido en el mundo andino). En esa perspectiva las comunidades quechuas y aymaras están ya activando diversos mecanismos invisibles a los ojos de los alienados sociales, no por nada el mito del inkarri del “moriremos unos y volveremos siendo millones” es un elemento de memoria etnohistórica, que se activa en cada proceso de resistencia y restauración de la armonía.
Solicitud a la Santísima Virgen María de la Candelaria (encarnación de la Pachamama) de Puno para protección y cese de la violencia contra los defensores Indígenas.
La restauración de las comunidades quechuas y aimaras del Perú, ha comenzado con sus ciclos rituales de la tierra y el sol (Pachamama y Pachakamaq). Se han iniciado festividades que cumple un factor importante en este proceso de sanación; en el mundo andino no se puede sanar a los individuos si no hay una sanación primero del entorno social en el que viven, por eso no hay mejor momento que el encuentro grupal. En este sentido, la celebración deja de ser una simple presencia de música, danza y festejo (como muchas veces es interpretado por los ajenos a la cultura) para más bien convertirse en un proceso que colectiviza y comparte el dolor, en donde se puede incluso ver que después de las pérdidas mortales de la violencia estatal, se hizo un acompañamiento multitudinario a los cuerpos. Sean o no conocidos para todos, las personas acompañaron con cánticos y danzas fúnebres que liberen a los familiares de esa individualización del sufrimiento, y que consecuentemente ayudan que la memoria de las personas caídas trascienda a sus niveles de dioses menores para la familia y sociedad.
Hoy se ha cuestionado mucho el proceso estatal de querer enmendar los sucesos con pagos económicos y tratamiento psicológico para los familiares, como si el olvido de la violencia sufrida pudiera ser zanjado con la mercantilidad pecuniaria al cual están acostumbrados esos grupos políticos que gobiernan, incluso han intentado direccionar al olvido todos estos sucesos a través de bonos económicos regionales, pero no han tenido éxito. La fisura social e histórica ya está hecha, y como tal su perpetuación como memoria de resistencia será repetitiva por siempre y cada vez que acontezca nuevamente. El mundo andino es y se reestructura constantemente, no hay forma de eliminar a la gente que estuvo antes de la gente que pretende quedarse hoy; nosotros seguimos y seguiremos existiendo, ¡Jallallam wayqipanaykuna! ¡Nuqanchik kachkaykuraqmi! ¡Que vivan los hermanos y hermanas! ¡Nosotros seguimos existiendo!
Foto superior: Mujeres marchando para llamar la atención sobre los asesinatos perpetrados por el Estado contra sus hijos menores.
Todas las fotos por Ronald Callocondo.