“El café pertenece a todos porque todos lo cortamos” – Paula Reyes.
Paula Reyes Pérez es una mujer Ayuuk (Mixe) de 68 años que vive en la comunidad montañosa de San José El Paraíso, parte de las tierras altas del norte de Oaxaca, México. Oaxaca es el Estado con mayor diversidad cultural y biológica de México, pero también es uno de los más pobres del país. Reyes es una productora de café que tiene dos fincas, una en el ta’ag naax, o la zona al lado del río, y otra en el këjx wiin, área de pendiente, cerca de la comunidad. Reyes ha sido una trabajadora agrícola única e incansable, incluso antes de casarse, y más tarde al enviudar, hace 10 años. Ella sale varias veces a la semana, acompañada solo por su machete, para visitar sus fincas de café. Los días que va a las plantaciones, se levanta por la mañana, va al molino, enciende la estufa y prepara las tortillas y comida que envuelve en una servilleta para llevarlas con ella.
En su camino, Reyes saluda a los vecinos de su comunidad. Al llegar a su finca de café, la recorre y corta los árboles que no tienen espacio para crecer, hace apoyos para los árboles que no crecen bien y corta una rama aquí y otra allá. Ella conoce su finca de café como la palma de su mano. Cantando, comprueba el color de las hojas y los olores que indican las temporadas secas o lluviosas. En cada temporada realiza diferentes tareas para mantener la finca de café productiva. A veces toma una planta de café joven y la trasplanta, y otras toma uno que ha germinado por sí sola y lo coloca en algún lugar con suficiente espacio para crecer. Esta incansable dedicación a sus plantas es la razón por la cual, cuando el hongo de la roya del café casi puso fin a la producción de café en el pueblo, Reyes todavía seguía cosechando.
El trabajo de Reyes es mucho más importante de lo que ella imagina. Su finca de café, junto con la de sus vecinos en la ciudad de San José El Paraíso, conserva muchas especies de árboles - 85 en total – y, casi la totalidad del bosque mediano sub perennifolia restante (el tipo de bosque nativo en la comunidad). Aunque el café es originario de otro continente y se introdujo en las montañas Mixe hace unos 100 años, fue bien recibido, ya que podía coexistir con una de las cosas más sagradas para el pueblo Mixe: las montañas. Los árboles que crecen en las fincas de café se mantienen allí por muchas razones, algunas sin "importancia explícita", para usar un término económico. Como dice la gente de la comunidad, algunos árboles no son útiles para los humanos, y solo están allí para ser comidos por pequeños animales. Este respeto por otras formas de vida es un factor principal que contribuye a la alta diversidad biológica de las fincas de café en la región.
Las fincas de café son una parte importante de la vida familiar y cultural en la comunidad de San José El Paraíso. Los miembros de la comunidad recolectan leña de los árboles, como el tuut kop, siempre de ramas caídas o podadas de árboles viejos, nunca de árboles jóvenes y fuertes. Recolectan hojas silvestres comestibles y diferentes frutas, como ujty (aguacates), tsa pox (limones) y tsan tsu ky (naranjas) que se plantan entre los cafetos. Recolectan materia prima como la madera para diferentes usos, por ejemplo el pi’k maxy para mangos de pala, plantas medicinales como ëk para limpiar los riñones o el nëmu’um para curar la fiebre, y el pa’aj t e y ktree para usar en ceremonias.
El café se cosecha colectivamente en la comunidad. Al final del año, las personas se reúnen para ayudarse mutuamente. Los vecinos, familiares, amigos, compadres y compañeros de iglesia se ponen de acuerdo para ayudar a recolectar el café en la plantación de una persona, y luego esa persona ayuda a las demás. De esta manera, el trabajo se distribuye y permite que mujeres solteras como Reyes continúen produciendo café. El café no se puede cosechar sin el esfuerzo de las mujeres, ya que son las responsables de mantener y organizar las relaciones de colaboración en la comunidad.
Reyes, junto con los demás productores de San José El Paraíso y todos los productores de café de sombra del mundo (quienes son en su mayoría Indígenas que viven en pequeñas comunidades), generan un beneficio al planeta al cultivar su café con esta técnica. A diferencia de las grandes plantaciones de café industrial donde se cultiva sin sombra o con un solo tipo de árbol, una finca de café Mixe está formada por plantas de café y docenas de otras especies de árboles y animales; cuya ecología es similar a la de un bosque. Preservando la biodiversidad y las relaciones ecológicas con esmero y atención, estos agricultores de café mantienen la temperatura del ambiente, limpian el aire, retienen el suelo y evitan la erosión, recargando las aguas subterráneas, generando oxígeno y capturando carbono. Cuando las comunidades Indígenas manejan las fincas de café, hay un impacto positivo en el medio ambiente; a diferencia de la gestión por parte de grandes empresas, que a menudo resulta en la eliminación de la mayoría, -si no de todas- las especies y el drástico cambio de la ecología local.
A pesar de los grandes beneficios del cultivo de café, los cuidados que entraña y el inestimable conocimiento que implica cultivarlo, la producción de café enfrenta problemas. Los procesos de certificación son complejos y caros. El proceso del café es orgánico pero los pequeños productores no procesan y venden un producto terminado porque la maquinaria necesaria para moler y tostar los granos es muy costosa. Además, los precios del café son extremadamente variables y dependen del mercado mundial, lo que genera inseguridad económica. El hongo de la roya del café ha dañado muchas plantaciones de café y ha causado pérdidas en más del 50 por ciento de las plantaciones de café, lo que ha reducido considerablemente la cosecha en la comunidad. Para mejorar la salud de las fincas cafetaleras es necesario sembrar nuevas plantas, pero los costos son altos y la mano de obra joven escasea debido a la migración.
Aun así, a pesar de estos desafíos y la complejidad de su producción, los agricultores Indígenas como Reyes continúan caminando por las mañanas a sus fincas de café, cuidando los árboles y a los animales que viven en ellas, para que el resto del mundo pueda comenzar su día con una taza de café. La próxima vez que tome una taza, recuerde preguntarse: ¿se cultivó mi café en la sombra? ¿Quién lo produjo? ¿El productor gana lo suficiente? Usted puede ayudar a garantizar que esto sea así, comprando café de pequeños productores y cooperativas, que se cultiva a la sombra y se comercializa de manera justa.