El recuerdo más antiguo que tengo, es sobre mi padre, cuando nos llevó a todos en su bote de pesca a una playa cercana, para excavar en busca de berberechos y almejas; yo llevaba puesta una chaqueta de cuero negro. Estas salidas familiares proporcionaban comida para todo el año: recolectábamos bayas, espárragos de playa y algas. Las hierbas medicinales se utilizaban como ungüentos y lociones para curar cortes, problemas de la piel y enfermedades. Mi familia vive en Wrangel, Alaska, en la desembocadura del poderoso río Stikine, el río navegable más rápido de América del Norte y alimentado por los grandes afluentes de Columbia Británica. Alces, ciervos y aves acuáticas son abundantes para la caza. Cinco especies diferentes de salmón (chinook, sockeye, coho, pink y chum) vienen cada año acá para poner huevos. Haber crecido en el sureste de Alaska con siete hermanos significa la necesidad de vivir de la tierra: es nuestra forma de vida.
Mi padre, un hombre Tlingit, trabajaba como pescador en verano y cazaba martinetes en invierno. El dinero escaseaba, pero nunca tuvimos la sensación de ser pobres, ya que la tierra y el agua nos daban una gran cantidad de alimentos. Aprendimos desde muy temprana edad a capturar arenques, desplumar patos y ahumar pescado, y con gran parte de esa comida hacíamos conservas o la enlatábamos para pasar los largos inviernos. Nos enseñaron a cuidar la tierra para que ella cuidara de nosotros en el futuro.
Mi madre, Mae Dailey, era la nieta del Jefe Shakes VII y era una Tlingit de primera generación. Ella pertenecía a la fracción Raven y era miembro del clan Kaach.adi. Pertenecemos a una sociedad matrilineal, lo que significa que seguimos el linaje de nuestra madre. Todos los Tlingits pertenecen desde que nacen a la facción Cuervo o Águila, y por tradición, si perteneces a una facción determinada, te debes casar con otra. Mi padre, Marc Daly, era un Águila del clan Kiksadi. Estuvieron casados durante 56 años hasta que mi padre falleció en 1996, a la edad de 77 años.
Mi madre vivió 79 años, hasta el año 2009. Ella nos enseñó la importancia de apreciar nuestros alimentos nativos y cocinaba platillos con cangrejo, salmón y camarones de una manera estupenda. Hacía mermeladas y deliciosos postres con bayas. Todas las primaveras, un pequeño pez vela, llamado hooligan, volvía al rio Stikine. Estos eran atrapados en redes y se distribuían en toda la comunidad. Algunos eran ahumados, otros se freían, y otros eran aprovechados por su contenido en grasa, la cual se utilizaba en una gran variedad de recetas, como para cocinar papas y arroz. Antes de que tuviéramos electricidad, la grasa también era utilizada como combustible en recipientes colgantes con mechas para la luz. Repartir la comida con los ancianos es algo importante en nuestra cultura; cuando mi padre traía pescado a casa, yo era el encargado de empacar un poco y llevarla colina arriba para entregársela a un anciano que me pagaba un cuarto por todo el esfuerzo de mi trabajo.
Hay un viejo dicho en esta parte del país: "Cuando la marea está baja, la mesa está puesta". Ahora, nuestro río Stikine y otros que fluyen desde la Columbia Británica a Alaska se enfrentan a la amenaza de la minería a gran escala, en las cabeceras y afluentes de los mismos. Los conocimientos culturales y el sistema de sostenibilidad y respeto al medio ambiente también están en riesgo. Muchas de las comunidades están en áreas remotas y dependen de la protección de estas aguas para su seguridad alimentaria. Estos ríos, sagradas para nosotros, nos han alimentado y nutrido desde tiempos inmemoriales. Pero otros los ven como "el Triángulo Dorado". Ellos ven la tierra no como un soporte vital, sino como una fuente de oro y riqueza para ser exportada a otros lugares. La minería en las cabeceras canadienses de Stikine va camino a colisionar con nuestros valores y sustento tradicionales, debido a que una mina se ha puesto en funcionamiento recientemente y varias otras están esperando a comenzar. La ganancia a corto plazo de estas minas no está acorde a nuestra supervivencia a largo plazo. Las minas y el agua limpia no son compatibles.
Nuestros ríos alimentan a nuestro bosque y a nuestra gente. La provincia de Columbia Británica ha construido infraestructura para apoyar proyectos de minería que amenazan las cabeceras de nuestros ríos. Muchos de los lagos con veneno (instalaciones de almacenamiento de deshechos) dejado por estos proyectos, necesitarán de nuestros cuidados para ser saneados durante los próximos siglos. Para que nuestra forma de vida tenga futuro, las grandes explotaciones mineras necesitan nuevas formas para extraer recursos. La forma en que los negocios han funcionado, no pueden continuar tal y como lo ha hecho.
Vivir toda mi vida en Alaska me ha llevado a trabajar con la Comisión Transfronteriza Indígena del Sudeste de Alaska (SEITC), un consorcio de 15 tribus en el sureste de Alaska formado en 2014 en la Isla Príncipe de Gales, y cuya misión es proteger las tierras tribales y vías fluviales para las generaciones futuras. La Comisión es una red de naciones tribales soberanas en el sureste de Alaska, unidas en la lucha contra la industria minera, que está dañando el medio ambiente y contaminando los ríos que son vitales para las comunidades.
Con el apoyo de una subvención del Fondo Guardianes de la Tierra buscamos unir a las Primeras Naciones y a las comunidades Indígenas, en ambos lados de la frontera, para establecer un gobierno de cuencas transfronterizas que trabaje para defender las leyes y convenciones internacionales sobre el agua. La protección de estas cuencas hidrográficas es de suma importancia para la salud y las economías de las comunidades. La unificación de tribus soberanas es una voz poderosa para educar a las personas en ambos lados de la frontera sobre las amenazas mineras en estas áreas remotas.
El conflicto en la región de las aguas limítrofes entre Alaska y la Columbia Británica surgió a raíz de la inversión de miles de millones de dólares por parte de la Provincia de la Columbia Británica para construir infraestructura en apoyo a una docena de minas a cielo abierto en las cabeceras de los ríos que alimentan nuestro bosque y nuestra gente. Dos de ellas comenzaron a funcionar recientemente, y varias más han completado el proceso de cumplimiento de permisos, incluyendo la que podría ser una de las minas a cielo abierto más grandes del mundo. La Columbia Británica tiene una muy pobre reputación en cuanto a aplicación de criterios de seguridad medioambientales. Una auditoría realizada por el Auditor General de su agencia ambiental en el 2016, determinó que el sistema de emisión de permisos no podía garantizar la seguridad. El catastrófico fracaso en 2014 de la llamada presa de relaves de vanguardia en Mount Polley es un ejemplo alarmante. Además de esto, el drenaje ácido de la mina Tulsequah ha fluido hacia la cuenca del río Taku durante más de 50 años sin que haya habido ninguna reparación. Dependemos de estos ríos no solo para conseguir alimento, sino también para que nuestras culturas sobrevivan. Estos ríos, el Alsek, Taku, Stikine y Unuk, albergan una vasta diversidad de vida silvestre y las 5 especies de salmón del Pacífico. Nuestra gente ha sobrevivido en esta región durante miles de años.
Los recursos pesqueros y turísticos que dependen de los ríos transfronterizos proporcionan estabilidad económica a todo el territorio del sudeste de Alaska. Esta región suministra un porcentaje significativo del salmón salvaje a los mercados mundiales de productos del mar. Las cuencas de los ríos Taku, Stikine y Unuk representan una actividad económica de $48 millones al año, junto con 400 empleos para la región del Sureste. Con el manejo adecuado, las cuencas transfronterizas del sureste de Alaska pueden generar beneficios económicos a perpetuidad. Para medir ese beneficio perpetuo, tomando el valor presente de las 3 cuencas juntas y considerando los beneficios que se podrían generar en los próximos 50 años, la suma asciende a más de $1,2 billones.
Este año nos reunimos con miembros de las Primeras Naciones y acordamos una declaración de unidad con la representación de más de 100 tribus Indígenas de ambos lados de la frontera. Buscamos establecer una conexión transfronteriza con las partes interesadas a niveles federales, estatales, provinciales, el sector industrial y otras. A través de acuerdos mutuos, queremos establecer amparo para todo el ecosistema y generar beneficios equitativos para todas las partes, con la elaboración de las llamadas "leyes blandas" para gestionar la gobernanza en las áreas hidrográficas compartidas. La única forma en que vamos a ganar la lucha contra esta gran amenaza a nuestra forma de vida, es permaneciendo unidos.
—Elizabeth (Tis) Peterman nació y se crió en Wrangel, Alaska, y es descendiente directa del jefe Shakes VII. Actualmente es la coordinadora de la Comisión Transfronteriza Indígena del Sureste de Alaska.
Declaración de Unidad
“Los líderes Indígenas se reunieron para discutir los intereses mutuos, con respecto a los impactos adversos y los daños potenciales de las industrias extractivas incompatibles con el desarrollo sostenible, en ríos/cuencas hidrográficas en Alaska, Canadá y los ecosistemas transfronterizos. Estas discusiones sostienen la importancia de los conocimientos ecológicos tradicionales necesarios para desarrollar, de manera efectiva y significativa, los planes y programas ambientales que promueven la administración y, protegen las tierras y aguas que sustentan la vida. Estas sesiones ratifican las relaciones ancestrales entre los gobiernos Indígenas en los EE. UU. y Canadá. Nos comprometemos a mantener relaciones de gobierno a gobierno entre gobiernos Indígenas y organizaciones, como estrategia esencial para proteger a nuestras respectivas comunidades y ciudadanos. Acordamos trabajar juntos en el futuro, en cuanto a nuestros intereses comunes, incorporando principios de Consentimiento Libre, Previo e Informado bajo la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas".