Por Diana Pastor (maya k’iche’)
Martín Tonalmeyotl (náhuatl), creció en una vida sencilla y de mucho esfuerzo en su comunidad Atzacoaloya, Chilapa de Álvarez, Guerrero, México. Cuidaba de los animales de la familia y sembraba granos y verduras luego de ir a la escuela. Durante su niñez, se esforzaba por ayudar en casa, sin descuidar sus tareas. “Apoyaba en todo lo que hacía mi padre, con tal que me dejara estudiar la secundaria”. Toda la familia trabajaba duro, y Martín se levantaba a las 4 de la mañana para ir al cerro y buscar barro, pues su abuelita y sui mamá hacían artesanías.
“Mi abuelita sabía hacer casi todo tipo de ollas, gigantes, incluso más altas que nosotros. (Mi vida) siempre fue trabajo y escuela”. Después de estudiar la preparatoria, Martín dio clases en una escuela. Mientras trabajaba ahí, ganó una beca y fue a la universidad. Luego, consiguió otra beca para su maestría. Y luego otra para el doctorado. Eso le ayudó a sobrevivir por algún tiempo. Como Martín trabajó duro desde pequeño, él dice: “La verdad es que o estudiaba o trabajaba porque mi fuerza no me daba para más”, tal vez debido a mi mala alimentación.
De niño, Martín no tuvo formación previa en literatura más que los cuentos que le contaba su papá. Cuando hacía reuniones en el campo, solía encontrar a otros señores que también contaban cuentos. Le gustaba la literatura pero también quería aprender a leer y escribir bien el español. Encontró una escuela de literatura hispanoamericana en la Universidad Autónoma de Guerrero y pensó que sería una buena oportunidad.
“Allí conocí a varios amigos que les gustaba la lectura. Acercándome a esos amigos, conocí el cine y los talleres literarios. Yo me acuerdo mucho de una amiga, Oralia y ella hacía talleres, eventos culturales donde traía a escritores. Hubo un evento donde pidieron que yo leyera en lengua náhuatl, así que inventé mis primeros escritos y fue la primera vez que escribí —según yo— unos pensamientos, que resultaron en poemas y de ahí sentí la facilidad de expresarme a través de ese género”.
Árbol de jacaranda, Los Borbollones, Guerrero.
Martín comenta que poco a poco comenzó a leer a escritores en lenguas originarias de los que le gustaba cómo escribían y que coincidían con su visión y filosofía. Empezó con la narrativa y tiempo después llegó formalmente a la poesía. Hay cierta facilidad en la poesía para él porque no se le dificulta escribir lo que está pensando. Él menciona, ”a partir de que tuve una conciencia de identidad, ya casi en los últimos años de la Universidad, fue cuando comencé a escribir en mi propia lengua”.
Aunque Martín escribe, su trabajo se ha enfocado principalmente en antologías, siendo la más importante o quizá la más vendida “Xochitlajtoli, poesía contemporánea. “En el 2019, según datos de internet fue el libro más vendido del círculo de poesía” (en México), comenta Martín. “También elaboré otro libro que se llama ‘Flor de siete pétalos‘; donde compilé la poesía de siete mujeres poetas que escriben 7 poemas en sus lenguas originarias. A nivel personal, mi último libro se llama: ‘Istitsin ueyeatsintle’”.
Martín ha organizado recientemente antologías de poetas que escriben en lengua náhuatl. De momento sólo ha salido el primer volumen, pero habrá un segundo y un tercer volumen. Para Martín, es importante tratar de crear todo todo desde esta lengua, pues el español siempre ha sido un puente. ”Me gusta más escribir en náhuatl, aunque no tenga lectores; sé que me leen dos, cinco o diez personas. Después, cuando ya tengamos a todos los niños formados en su propia lengua y puedan leer y escribir, requerirán materiales”.
Tiempo de secas, Cerro Tekolokoros, Atzacoaloya, Guerrero.
Para este poeta, escribir ahora es abrir nuevos caminos para que en el futuro otros niños o jóvenes puedan hacer (cualquier cosa) de mucho mejor manera que los escritores actuales. Así lo expresa: “Pienso que la palabra está en todo y puede sanar muchas cosas en el alma. ¿Por qué escribir poesía? Porque aquí no hay gente que lo haga; todo lo que leemos y lo que nos llega en las escuelas es siempre de gente externa, que muchas veces no comparte la visión que tenemos dentro de los pueblos originarios”.
“Cuando escribimos desde nuestras propias lenguas toda la visión que compartimos a través de la escritura es con una visión comunitaria y de respeto”. Además, agrega: “La escritura nos sirve de inspiración (para cosas bellas) pero también nos sirve de denuncia ante tantas atrocidades o tantas violencias que viven los niños, los jóvenes,o nosotros mismos”. Martín opina que la poesía es una herramienta que da muchos colores para decir algo, y que los artistas escogen el mejor color para “camuflar” lo que se quiere decir, denunciar.
“No solamente se debe escribir sobre cosas maravillosas. Nuestra gente y pueblos viven la violencia; entonces pienso que en los pueblos no hay sólo cosas bonitas o maravillosas, también hay cosas terribles. Hay cosas muy tristes que suceden pero no se quiere o pueden contar porque hay miedo, pero nosotros sí nos atrevemos a decir muchas cosas”. Para Martín, al escribir acerca de los Pueblos Indígenas se le da identidad a los mismos, a la gente de la comunidad, al territorio. “Se le da un rostro a nuestro pueblo, a nuestra lengua, a nuestro territorio, porque cada experiencia o cada espacio del planeta Tierra en que miramos, pensamos y vivimos es distinta”.
-- Puede buscar el trabajo de Martin en google y en la página de Gusanos de la Memoria, en donde encontrará no sólo material gratuito de él sino el de otros compañeros/as poetas.
Foto superior: Chivero nahua de Atzacoaloya, Guerrero.
Todas las fotos por Martín Tonalmeyotl