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Aprender la lengua Indígena, estética y resistencia

Por Reynaldo Rivera Guerrero

La perspectiva que hace unos años se tenía sobre las lenguas Indígenas originarias ha cambiado de una forma importante en la sociedad mexicana. Antes se creía que estas lenguas no eran más que la razón del fracaso académico o social de las personas que las hablaban. Expresiones como “no te sirve de nada esa lengua”, “no te dejará nada bueno si sigues hablando tu lengua”, eran frecuentes hacia nosotros, quienes pertenecemos a los pueblos originarios. 


Esto también se hacía presente cuando se aspiraba a estudiar en la universidad académica, pues a menudo decían “en la universidad, tienes que enfocarte en el español” o “ahí tu lengua no te sirve”. Esta visión retrata el menosprecio que la sociedad -y algunas veces dentro de las universidades- se tenía hacia las lenguas Indígenas de los pueblos originarios de México, asumiendo que nuestros idiomas no tenían nada que ofrecer al país. Por ello, lejos de promoverlas, se le ponía freno a su crecimiento porque se consideraba “que no eran necesarias ni aportaban nada a la nación”. 


Desde la mal llamada conquista española las lenguas originarias fueron forzadas a su desaparición. Fue gracias a la resistencia de los pueblos originarios que las lenguas han podido sobrevivir durante más de 500 años. Esta resistencia de nuestros pueblos sigue presente, aun con la presión que la sociedad les impone. Más de siete millones que actualmente hablamos lenguas indígenas en México nos enfrentamos día con día con la discriminación. Sin embargo, a pesar de las diferentes formas en que todavía nos estigmatizan (a través de comentarios, descalificaciones, e incluso a través de burlas hacia nuestra pronunciación o sonorización al hablar español, con el objetivo de hacernos sentir inferiores), no han conseguido que dejemos de hablar nuestros idiomas.


En mi caso particular, y espero que el de muchos hablantes más, nunca me pasó por la mente dejar de hablar el Náhuatl, la lengua que se habla en mi pueblo, Patlicha, ubicada en la Montaña de Guerrero. Esto ocurrió porque en ella encuentro un mundo, un universo, que me ha ofrecido muchos aprendizajes y conocimientos, y que me ha formado como ser humano. Son conocimientos y modos de ver el mundo, que no están presentes en la escuela, que se supone es la institución encargada de transmitir los conocimientos que se requieren para formar a los ciudadanos del país. 


Hay muchos ejemplos de personas que han dejado de seguir hablando sus lenguas originarias, pero también hay casos de resistencia. En la búsqueda de mejores condiciones de vida, cada vez más personas de comunidades Indígenas salen rumbo a las grandes ciudades buscando oportunidades laborales, y poco a poco fueron olvidando sus lenguas -o quizá la ciudad hizo que las olvidaran- dejando de lado muchos conocimientos y formas de vida que están entrelazadas con la lengua. De este modo, la migración, que, para muchas personas de las comunidades Indígenas, se nos presentaba como algo natural, que tenía que ocurrir, ha tenido consecuencias negativas para nuestras lenguas. 


Hay quienes también resistieron y conservan su lengua en estas ciudades. Por ejemplo, en la Ciudad de México, que está entre las ciudades más grandes del mundo, se ha identificado que se hablan 55 lenguas originarias. Sin embargo, también somos testigos de que varias lenguas originarias han acelerado el paso a su desaparición. Bajo esta situación, el Estado mexicano viene impulsando políticas públicas y diversas acciones, que tienden a mostrar algunos aspectos vinculados a los pueblos originarios, aunque más que nada se centran en cuestiones estéticas, como eventos, ferias culturales, danzas…en fin, diversas representaciones de lo que se supone define la identidad de los pueblos originarios. 


Si bien es cierto, que estas puestas en escena son visualmente muy atractivas, en algunos casos, más que lograr el reconocimiento de las comunidades, se manifiestan como expresiones simples, “bonitas”, con sentido folklórico. Bajo esta perspectiva, las manifestaciones culturales de los pueblos suelen convertirse a menudo en una mercancía más. Esto también ha pasado con nuestras lenguas indígenas. Hemos notado que en los últimos años se ha promovido la visibilización de las lenguas, pero muchas veces con un sentido folklorizante. Se invita a bandas de música, artistas, exponentes de rap, de rock, de jóvenes Indígenas, para presentarse en eventos diversos. También se promueven nuestras lenguas en las redes sociales, así como diversos espacios digitales o institucionales, en concursos de escritura y narrativa. 


Es cierto que esto ha permitido que llegue a mucha más población. Y, es claro que es muy importante que nos vean, porque aquí estamos, y siempre hemos estado aquí. Lo que me preocupa, es que el sentido de muchas de estas acciones puede centrarse en una nueva forma de ver las lenguas indígenas de México, desde un enfoque estético-romantizado, que tiende a vaciar el sentido o a negar lo que, desde nuestras maneras de pensar, de cuestionar, de resistir, expresamos cuando cantamos o escribimos en nuestras lenguas. 


Existen sin lugar a dudas efectos positivos en esta visibilización de la lengua. Por ejemplo, llama la atención el creciente interés de aprender las lenguas originarias en la Ciudad de México. No obstante, cuando preguntas a la gente, porqué quiere aprender a hablar una lengua Indígena, en algunos casos, obtienes respuestas como: “me gusta cómo suena” lo cual puede adquirir un significado muy folclórico. Cuando se responde así, parece como si no le dieran la importancia que tienen las lenguas; pues para nosotros, sobre todo en el sentido que tiene la oralidad en las comunidades, no es solo un instrumento que se utiliza para la comunicación, sino también expresa una manera de vivir y de relacionarnos con el mundo, con nosotros y con los otros. 


El sentido de las lenguas Indígenas va más allá de su preservación estética, pues está vinculada con su cultura, modos de entender el mundo, de relacionarnos, pero también de resistir y de expresar nuestra crítica o cuestionamiento a las imposiciones que se nos plantean como hablantes o miembros de una comunidad Indígena; nuestro lenguaje también tiene un sentido político. En este sentido, cabe preguntarse, ¿es importante que se aprenda la lengua solo por una cuestión estética romantizada, sin considerar una dimensión cultural y política? 


Aprender un idioma es positivo, pero es más positivo y rico cuando las lenguas se aprenden para preservar los conocimientos que se transmiten con ella, para tener una visión vinculada con quienes somos. Cuando nuestras lenguas Indígenas se ven como algo bonito pero carente de sentido, se le resta importancia al hecho que, después de haber transcurrido cinco siglos de la “conquista”, se siguen hablando, y están presentes en las comunidades y las ciudades. Es importante que el valor de las lenguas Indígenas vaya más allá de una visión estética simple, pues las lenguas originarias llevan con ellas la cosmovisión de sus pueblos y pueden aportar algo mucho más allá que lo bonito de su sonoridad.


--Reynaldo Rivera Guerrero, 1995, originario de la comunidad Nahua Patlicha, municipio de Copanatoyac, Guerrero, Mexico. Es licenciado en Educación Indígena por la Universidad Pedagógica Nacional (UPN, Ajusco), promotor, educador, narrador, y traductor-intérprete, de la de la lengua Náhuatl. Actualmente se desempeña como Promotor Cultural Comunitario, dentro del programa Promotores Culturales Comunitarios de la Secretaría de Cultura, en la ciudad de México.
 

Foto: Niñas pertenecientes a la etnia Nahua del estado de Puebla, México ejecutan una danza tradicional, Puebla, Puebla, México. Por Fernando Rosales.