La cofundadora de la Fundación Zienzele, Prisca Nemapare, creció en las zonas rurales de Zimbabwe. Desde temprana edad fue una estudiante destacada, ganando beca tras beca, abriéndose camino hacia un doctorado en nutrición, seguido de una exitosa carrera como profesora universitaria en la Universidad de Ohio. En la actualidad, codirige una organización dedicada a garantizar que las crisis de salud, económicas y políticas en Zimbabwe, no impidan que la gente de su país, pueda seguir su propio camino.
En los años transcurridos desde su infancia, Nemapare ha visto cómo una dictadura acabó con el gobierno democrático de Zimbabwe. Durante décadas, las tensiones sociales y económicas mantuvieron al país al borde de una guerra civil. La crisis del SIDA devastó a miles de familias, infectando a más de una cuarta parte de la población. Más de 1,3 millones de niños quedaron huérfanos a causa de la epidemia, al cuidado de sus abuelos o en uno de los 50.000 hogares con niños solos.
Durante 20 años, la Fundación Zienzele ha comprado cestas directamente a mujeres que cuidan de huérfanos por SIDA en Zimbabwe, para revenderlas en Estados Unidos. Con los precios justos que se les pagan en Zimbabwe, las cuidadoras pueden comprar alimentos y otras cosas necesarias para el hogar. Además, a diferencia de muchos productos de comercio justo, los ingresos de las ventas internacionales también benefician a las comunidades de los fabricantes. Cada centavo de las ganancias de Zienzele se reinvierte en la región de Masvingo, pagando la matrícula escolar de los niños huérfanos del SIDA, las tasas de los exámenes nacionales y otras necesidades. La organización retiene solo un miembro del personal remunerado; los trabajadores en cada distrito escolar se hacen cargo de su trabajo de manera voluntaria. En el primer año de funcionamiento de Zienzele, su trabajo hizo que 50 niños fueran a la escuela. Hoy, 20 años después, la Fundación apoya a más de 1,000 estudiantes y envía asistencia adicional a entre 50 y 70 hogares encabezados por niños cada año.
La educación en Zimbabwe no es gratuita. Sus costos, que aumentan cada año, empujan incluso a los estudiantes pobres con mayores logros fuera de la escuela y bloquean su entrada a las universidades nacionales y posibles oportunidades de mejoras económicas. Sin embargo, Zienzele ha podido demostrar una y otra vez quecon acceso a la educación, estos estudiantes se convierten en maestros, economistas, empresarios y futuros líderes. Son un futuro en el que vale la pena invertir. "De hecho, soy una de las beneficiarias", dijo Innocent Mpoki, quien representó a Zienzele en el primer bazar virtual de Cultural Survival el pasado 25 de julio. “La Fundación me ha estado ayudando a permanecer en la escuela durante los últimos 20 años, desde que estaba en primer grado. Actualmente soy una estudiante de posgrado en la ciudad de Nueva York, donde estoy estudiando una Maestría en Asuntos Internacionales en Baruch College”.
En su presentación, Mpoki destacó la riqueza de conocimiento cultural entretejido en las cestas. Cada canasta está hecha de materiales totalmente naturales: hierba recolectada de la sabana, fibras de sisal utilizadas para unir cada fila, tintes provenientes de las hojas y la corteza de los árboles, la cual brilla contra el blanco natural del pasto no procesado. Cada diseño es único para su tejedor; algunas son monocromáticas y minimalistas, otros son vibrantes y están bañados por el sol. Las cestas son lo suficientemente fuertes para el uso diario, pero lo suficientemente livianas para colgar en una pared como las obras de arte que son.
Liderados por la incansable iniciativa de las mujeres sobre el terreno, los programas de Zienzele han aumentado y se han diversificado durante las dos últimas décadas. Mediante micro-préstamos para el fomento de las competencias, la fundación apoya ahora los esfuerzos de las mujeres para crear huertos, cultivar ganado, vender textiles y construir centros comunitarios que puedan servir como mercados locales. Su trabajo proporciona espacios donde las mujeres pueden enseñar a la próxima generación a tejer cestas y mantener a sus comunidades, fortaleciendo su futuro y manteniendo viva su herencia.
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Todas las fotos por Nancy Clark.