Son las 6:30 de la mañana y acaba de amanecer. Mientras el sol se eleva con firmeza sobre el horizonte, oigo el arrastre de las hojas sobre la arena, lento y constante. Miro a nuestros anfitriones y susurran: "Es Bu Bau, ha vuelto de las cuevas". Salgo corriendo a ver a Bu Bau, una mujer de 68 años que dibuja una figura solitaria en la playa desierta, encorvada por el peso de las hojas de pandano que lleva. Camina descalza con pasos cortos, lentos pero firmes, ayudada por un bastón.